Por Carlos Sabino (Adaptado)
En mi práctica
docente en el campo de la metodología, que comencé en 1971 y sólo he
interrumpido parcialmente en los últimos años, he encontrado que los
estudiantes e investigadores suelen tropezar, una y otra vez, con los mismos
errores. Ya se trate de jóvenes que apenas han egresado de la escuela
secundaria o de profesores que maduran su tesis doctoral, las personas tienden
a dejarse llevar por los mismos impulsos, como si siempre costara un esfuerzo particular
de voluntad la tarea de someterse a la disciplina del método científico. Más
allá, entonces, de lo que se expone en los capítulos de este libro, quiero
condensar aquí unos breves consejos que pienso ayudarán a muchos a encontrar
los puntos débiles de sus proyectos. Son sólo cinco recomendaciones, nada
originales por cierto, pero que todos tendemos a olvidar cuando nos dedicamos
de lleno a la fascinante tarea de investigar.
2. Contentarse con un tema limitado. El pensamiento científico, por
muy buenas razones, contradice una de las tendencias más arraigadas que
tenemos: la de pensar en términos generales tratando de encontrar soluciones
universales a los problemas que afectan nuestra vida o inquietan nuestro
espíritu. Queremos saber qué es la vida, cómo puede hacerse para superar la
pobreza o cómo se originó el universo, y en cambio poco nos interesa,
personalmente, conocer la composición química de los anillos de Saturno, la
evolución de las exportaciones de un país o las enzimas que produce el hígado
de los cocodrilos. Pero la ciencia no ha avanzado a través de saltos bruscos
que se replantean todos los conocimientos anteriores, sino por medio de
estudios parciales, limitados, que se van acumulando y discutiendo sin pausas.
Los frutos de esta forma de encarar la investigación son evidentes.
Pero todos, como
seres humanos, tendemos a olvidar las limitaciones que nos impone este modo de
pensar y construimos, por lo general, proyectos de investigación que resultan
demasiado ambiciosos, que pasan por alto la complejidad de lo que es
aparentemente simple, que resultarán muy difíciles de realizar, cuando no del
todo impracticables, y nos obligarán a reformularlos a costa de bastante
esfuerzo intelectual. Por eso recomiendo sinceramente a estudiantes y tesistas,
a profesionales y hasta a los investigadores más fogueados ya en la práctica de
la ciencia, que revisen y discutan sus proyectos para hacerlos menos ambiciosos
y más limitados, que se contenten con temas más concretos, más específicos, y
dejen para futuras investigaciones parte de lo que les interesa conocer.
3. Purificar los conceptos. La investigación, sobre todo en las
ciencias sociales, parte muchas veces de ideas que están como flotando en el
ambiente, que se debaten en medios de comunicación y conversaciones informales,
que forman parte del lenguaje cotidiano de la gente. Casi todos estos conceptos
son, por su propia naturaleza, imprecisos y carentes de un significado unívoco:
corrupción, democracia, educación, delincuencia, gobernabilidad o revolución no
sólo significan cosas diferentes para distintas personas sino que, además,
significan por lo general varias cosas diversas a la vez. Trabajar con ellos
implica severos riesgos por cuanto nos podemos encontrar, durante el curso de
nuestra investigación, que estamos analizando o evaluando algo muy diferente a
lo que teníamos en mente al comenzar nuestro trabajo, o que lo que es válido
para una cierta definición no es aplicable a otra. Por eso es decisivo, al
comenzar el trabajo, explorar sistemáticamente todos los posibles sentidos de
los conceptos que utilizamos, analizarlos a fondo, depurarlos de connotaciones
y cargas emocionales que casi siempre están asociadas a su uso. Puede ser que
nos encontremos, incluso, que algunas de esas palabras nada quieren decir en
realidad, que son simplemente como imágenes o contraseñas que se usan en el
lenguaje de todos los días pero que en realidad no tienen un significado preciso
que las haga útiles para nuestro trabajo. Distinguir entre lo que parece
homogéneo pero no lo es, clasificar y organizar adecuadamente los conceptos que
se suelen utilizar y llegar a una formulación clara y precisa de los que
utilizamos nos ahorrará luego innumerables sinsabores. Nunca es poco el tiempo
que se puede dedicar a esta compleja tarea, que conviene hacer mientras se
revisa, con todo cuidado, la bibliografía más seria que esté a nuestra
disposición.
4. Respetar los hechos. Nada cuesta encontrar, para casi cualquier
hipótesis imaginable, algunos pocos hechos que parezcan confirmarla. Esto puede
darnos la impresión de que estamos en el camino correcto, de que tenemos en
nuestras manos una firme relación que podemos demostrar. Pero la realidad, por lo
general, se muestra mucho más esquiva: suele haber tendencias de largo plazo
que contradicen lo que en apariencia es una fuerte asociación de corto plazo,
tendencias generales que no se expresan en situaciones más concretas,
relaciones que parecen sólidas pero que se desvanecen cuando miramos más de
cerca lo que ocurre. Por eso recomendamos al investigador que tenga el mayor
cuidado posible en ser sistemático, que cuando analice un fenómeno trate de
tener en cuenta todos los datos que tengan relación con lo que ocurre.
Es muy frecuente que el científico, como cualquier persona, detenga su atención
sólo en aquellos aspectos de la realidad que favorecen o parecen confirmar lo
que piensa, pero es signo de un verdadero trabajo científico el no desdeñar los
datos que no se acomodan a nuestras propuestas, el tratar de incorporarlos de
algún modo a nuestras conclusiones o por lo menos el no negarlos u olvidarlos
de plano como si no existiesen. Un trabajo verdaderamente sistemático nos evita
caer en discursos ingenuos o simplistas, que luego habrán de criticarse sin
piedad, y nos acerca a la comprensión de unos hechos que siempre resultan más
complicados de lo que a primera vista parecen.
5. No precipitarse a conclusiones. Esta
recomendación, muy relacionada con la anterior, trata de prevenirnos contra
otra tendencia que todos solemos poseer: la de tratar de solucionar de una vez
los problemas planteados, la de simplificar lo que conocemos para llegar sin
dilación a una respuesta decisiva. Eso no sólo puede llevarnos a irrespetar los
hechos o a sacar conclusiones apresuradas sobre la base de una insuficiente
información, sino que puede además hacernos caer en falacias, en razonamientos
poco sólidos o en evidentes contradicciones. No debemos olvidar, por otra
parte, que sólo se inicia un trabajo de investigación cuando se tiene cierta
duda razonable acerca de los resultados que vamos a obtener. Si se está
completamente seguro del resultado a conseguir eso será porque: a) el problema
de investigación no es tal, sino una simple confirmación de conocimientos ya
verificados o una simple tautología; b) nos hemos precipitado a conclusiones y
estamos dejando de lado cantidad de hechos que no conocemos o estamos adoptando
una manera superficial, demasiado pragmática, de acercarnos al problema.
Por eso recomiendo
sinceramente que el investigador trate de distanciarse lo más posible de
cualquier actitud de extrema seguridad en lo que propone, que asuma a cabalidad
la idea de que toda investigación se hace alrededor de preguntas y no de
respuestas. Sólo así, abriendo la mente a las posibles soluciones que puede
tener su problema, se encontrarán caminos para tener acceso a la realidad que
nos rodea, que siempre nos maravilla por lo compleja y sorprendente que es.
Reflexiona y justifica, aportando tus ideas:
1) Por qué se necesita leer mucho sobre el tema antes de ponerse a investigar?
2) Cuál es la ventaja de concentrarse en un tema limitado?
3) Qué se entiende con “purificar los conceptos”?
4) Qué significa ”respectar los hechos y no precipitarse en el sacar
conclusiones”?
ERRORES QUE MAS FRECUENTEMENTE COMETEN LOS TESISTAS*
1. El tema del trabajo es demasiado amplio, impreciso o escasamente
definido. Ello supone inconvenientes verdaderamente graves para llevar a cabo
la investigación, que pueden ser evitados si se afina a tiempo el anteproyecto
del trabajo (v. 6.2 y 6.3).
2. El marco teórico es una disertación aislada, cerrada sobre sí misma,
que poco tiene que ver con los datos que luego se exponen, aunque se
corresponda bastante bien con las conclusiones. La falla es esencialmente
metodológica, por lo que no podemos exponer su solución aquí, pero es necesario
en todo caso revisar bien el trabajo ya realizado (v. 10.2).
3. El autor confunde generalmente sus opiniones y posiciones ideológicas
con los conocimientos verificables que hay sobre un tema. El problema, en el
fondo, es de tipo epistemológico, pero puede superarse si se revisa
adecuadamente el lenguaje empleado (v. 10.3.1 y también el capítulo 2).
4. Las diversas partes del trabajo resultan inarmónicas entre sí, ya sea
porque unas son mucho más largas o explícitas que otras, o porque no se enlazan
bien. Es conveniente en este caso revisar bien el esquema expositivo (v. 8.3) y
el material disponible para mejorarlo (v. 8.2), así como tener una idea precisa
de la estructura de un trabajo científico (v. 3.1 y 3.3).
5. La introducción y/o el título general del trabajo no se corresponde
bien con el contenido del mismo. Ha faltado una adecuada revisión de tan
importantes detalles y es probable que se haya seguido un inadecuado orden al
redactar (v. 10.4, 9.1 y, como idea general, 10.1 y 3.2).
6. El análisis de los cuadros estadísticos representa una simple
repetición, en palabras, de lo que ya está expresado en las cifras. Falta una
verdadera apreciación teórica de los datos, por lo que recomendamos al lector
profundizar en el estudio de su disciplina y efectuar el análisis más
metódicamente (v. 8.1 y 8.2).
7. El tono del discurso es pomposo, encontrándose innumerables pasajes
efectistas o confusos, con un exceso de vana palabrería. Conviene reconsiderar
nuestra actitud hacia lo que es la redacción científica y tomar más seriamente
la tarea de revisión (v. 10.3.1 y 10.3.2, así como el capítulo 1).
8. La terminología es imprecisa, utilizándose la misma palabra a veces
en sentidos diferentes u opuestos. Es también un problema de revisión aunque
indica, sin duda, un pobre conocimiento del tema en estudio (v. 10.3.4 y
también, como complemento, 7.3 y 6.2).
9. Las citas no poseen referencias completas o no están adecuadamente
encerradas entre comillas. Hay que revisar más estrictamente lo que se hace al
respecto, no desdeñándolo como mera cuestión de forma (v. 10.4 y 4.1). Si los
errores aparecen en la bibliografía del texto consúltense las secciones 3.4.3 y
10.4.
10. El texto presenta errores sintácticos y ortográficos, en excesiva
cantidad como para suponer que obedecen sólo a un deficiente mecanografiado.
Esto proviene de una inexcusable falta de cuidado en la redacción que así deja
intactas los faltas que comete quien no maneja adecuadamente su idioma (v. al
respecto 10.3.5, 10.3.3 y también, para otros problemas similares, 4.2 y 10.4).
* Los números entre
paréntesis corresponden a los capítulos y sub-capítulos del libro de Carlos
Sabino “Cómo hacer una tesis”
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarMe acabo de disfrutar este tema, de seguro lo releeré varias veces antes de llegar a preparar una tesis. Son en verdad, verdaderos consejos metodológicos muy precisos que pondré en práctica en todo escrito en lo adelante.
ResponderEliminarExcelente PAOLO LUGANO
ResponderEliminarMuy buenas recomendaciones para los estudiantes, muchas veces incurrimos en estos errores porque realizamos nuestros trabajos de investigaciòn a vapor y no empleamos el tiempo que se requiere para la realizaciòn de este.
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