Selección del tema
y formulación del problema
La actividad científica no se ocupa por igual de todos los infinitos fenómenos
que se presentan en nuestro universo ni intenta responder a cada una de las
preguntas que los hombres nos hacemos ante el polifacético mundo en que
vivimos. La ciencia se concentra en ciertos temas y explora hasta el final
algunos interrogantes, pero deja a algunos otros en la penumbra y se
desentiende casi por completo de los demás. Esta selección de objetos y de
temas de estudio no es, desde luego, producto del azar: obedece a causas
personales y sociales, a los conocimientos previos y a las inquietudes que -en
cada época y lugar- adquieren predominio en la comunidad científica.
Los grandes interrogantes de la humanidad se expresan, aunque casi siempre de
un modo indirecto, en la práctica de la ciencia: si es cierto que el
investigador científico no intenta responder a preguntas demasiado amplias
-¿qué es la vida?, ¿por qué se producen las guerras?, u otras similares- no hay
duda de que, por otra parte, tales preocupaciones se expresan en el extenso
trabajo que realizan los biólogos para conocer las características de los seres
vivos o en los continuos análisis que se hacen en las ciencias sociales sobre
la historia y las relaciones entre diversas comunidades humanas. Aunque el
físico que analiza con paciencia un problema meteorológico no parezca tener
mucho interés en el origen de nuestro universo, su actitud, en definitiva, no
es tan diferente a la del filósofo que se interroga acerca de tan vasto
problema: la diferencia está en que el investigador sólo se remite a analizar
una parte de ese todo, a concentrar sus esfuerzos en un problema de dimensiones
más reducidas y que, por lo tanto, está en mejores condiciones de solucionar.
Pero no solamente son estos grandes temas, esas inquietudes que parecen
inevitables en todos los seres humanos, los que reclaman la atención del
científico. Existen también problemas mucho más concretos que lo impulsan a
encaminar sus esfuerzos hacia un determinado tema de estudio: la gente quiere
saber cómo eliminar la pobreza, cómo curar ciertas enfermedades o hacer que sus
cultivos prosperen, y la comunidad científica responde a estos deseos
encaminando sus esfuerzos hacia la obtención de los conocimientos que servirán
de algún modo para alcanzarlos.
Hasta aquí hemos hablado de las motivaciones externas que influyen en la
selección de los temas de interés científico. Pero éstas representan sólo una
parte, a veces mínima, de las influencias que recibe el investigador, pues
existe otro elemento que resulta de hecho decisivo en la determinación de los
temas o problemas a seleccionar. Nos referimos al propio saber acumulado en un
campo determinado del conocimiento, a una especie de lógica interior de la
ciencia que lleva a extraer, de lo ya conocido, nuevas preguntas, generalmente
más complejas o más sutiles que las anteriores. Así, por ejemplo, una vez que
se determinó que los seres vivos eran inmensos conjuntos integrados de células,
surgió obviamente el interés por conocer de qué se componían y cómo funcionaban
éstas, y de allí su fue pasando a temas cada vez más específicos y
particulares. El conocimiento obtenido previamente sirve, entonces, para
formular nuevas preguntas y problemas de investigación, pues éstos se
desarrollan siempre mejor cuando existe un cierto saber anterior que los
orienta y respalda.
Los mismos condicionantes, externos e internos, operan también, aunque de un
modo diferente, cuando el estudiante o el investigador poco experimentado
enfrenta la difícil tarea de escoger y definir un tema concreto para su trabajo
de indagación. Pero en este caso la elección se complica puesto que la persona,
generalmente, no posee el dominio suficiente de una especialidad como para
saber qué se está haciendo en los centros de investigación en esos momentos,
que problemas están resueltos o en vías de resolverse y qué temas reclaman la
atención de la comunidad científica al respecto. Por tal motivo el principiante
suele escoger los “grandes temas” que lo inquietan -y que son casi imposibles
de resolver directamente- o se inclina hacia problemas de actualidad que, no
por ello, resultan más fáciles de abordar. Esto ocasiona, sin duda, grandes
dificultades: no es posible hacer una investigación más o menos valiosa si no
se apartan las presiones directas del entorno, si no se conoce con cierta
profundidad la materia estudiada, si no se ha recopilado suficiente información
para que podamos desarrollar un trabajo preciso en sus objetivos y claro en sus
alcances.
Una vez seleccionada el área de investigación sobre la que habremos de trabajar
es preciso recapitular la información que poseemos sobre ella y pasar a
formular o plantear el problema a investigar. Decíamos que un problema de
investigación no es lo mismo que un problema práctico, sino un desafío en el
plano del conocimiento. Afirmábamos, en consecuencia, que un problema de
investigación puede expresarse, generalmente, bajo la forma de alguna o algunas
preguntas básicas. Determinar con exactitud y claridad tales preguntas es
esencial para la buena marcha del trabajo, por lo que difícilmente podrá exagerarse
la importancia de esta tarea: eso se comprenderá distintamente si pensamos que,
si la pregunta es oscura, imprecisa o poco congruente, resultará imposible
encontrarle una satisfacción que sea más clara o menos confusa que ella misma.
No en vano se dice que formular correctamente un problema es alcanzar ya la
mitad de su respuesta.
¿Cómo puede lograrse esta adecuada formulación? En primer lugar, para
hacerlo, es necesario conocer lo mejor posible el tema en estudio. No será
imprudente tratar de sistematizar las ideas y diversas posiciones que existan
al respecto con lo que nos introduciremos, evidentemente, en la siguiente
tarea: la de construir un marco teórico. Esto es saludable y en nada debemos
temer el saltar el orden del modelo de investigación pues éste, como decíamos,
no es más que un simple guía que sólo debe respetarse en tanto no entrabe la
marcha de la investigación misma. En segundo lugar será conveniente
hacer un autoexamen de los propósitos que nos orientan: definir, con la mayor
sinceridad posible, qué sabemos ya, qué deseamos saber, qué elementos presentan
dudas en el conocimiento existente y que puntos nos proponemos aclarar en la
investigación. Con ello estaremos trazando una especie de frontera entre lo que
conocemos y lo que no conocemos, una línea imaginaria que nos sitúa ante el
desafío de traspasarla para averiguar lo nuevo, respondiendo a las preguntas
que nos hacemos. Nos acercaremos también a la definición de los objetivos de
nuestra investigación, con lo que daremos un paso importante para la
elaboración del proyecto de la misma. Por último, será prudente someter
nuestras propuestas a un riguroso análisis lógico, para vigilar su consistencia
interior y su correspondencia con otros elementos teóricos ya conocidos. En
esta última tarea siempre es valiosa la opinión de personas más experimentadas
o que conozcan con mayor profundidad el tema que nos proponemos estudiar.
Tipos de
investigación según sus objetivos
Una vez seleccionado un problema que merezca la atención del investigador y que
en principio resulte accesible, se hace imprescindible formular la siguiente
pregunta: ¿Cuál es el objeto de estudiar el problema X? ¿Qué conocimientos
queremos obtener de esta indagación? Dicho de otro modo, es preciso determinar,
en esta fase inicial del trabajo, los objetivos básicos que persigue nuestra
investigación, tarea que debe ser realizada con rigurosidad y en forma
explícita.
Hemos observado en la práctica docente que, en bastantes casos, los objetivos
que se designan para un trabajo escapan, por su naturaleza puramente práctica,
a los que corresponden a una investigación. Debe recordarse que hacer ciencia
es tratar de aportar nuevos conocimientos sobre algún aspecto de la realidad,
por lo que toda investigación puede definirse como el intento de conocer algo,
de averiguar algo, de saber algo. No es investigación, por lo tanto, la prueba
de un nuevo método de ventas a domicilio, ni la programación del contenido
curricular de una cierta carrera, ni la redacción de un material de divulgación
con fines pedagógicos. En cambio, si deseamos saber cuales de los sistemas de
ventas que se utilizan son más eficientes, o si queremos determinar cuáles son
la ventajas y desventajas que perciben los alumnos en un cierto curriculum,
estaremos haciendo, indudablemente, algún tipo de investigación, pues en estos
casos nuestra intención es ampliar nuestros conocimientos sobre una cierta
esfera de problemas.
Una investigación puede hacerse para satisfacer muy diferentes necesidades,
inquietudes o intereses. Puede ocurrir que nuestros estudios se encaminen
directamente a conocer los aspectos que nos permitirán resolver mejor una
situación concreta, a la búsqueda de los elementos necesarios para poder actuar
luego en un sentido específico. En otros casos la investigación se justifica
simplemente por la necesidad de esclarecer algún problema que resulta de
interés dentro del mundo científico, por más que no se vislumbren aplicaciones
directas para sus resultados. Cuando analizamos los fines que, en este sentido,
persigue nuestro trabajo, nos estamos refiriendo a sus objetivos extrínsecos
o externos, porque se refieren a la utilidad que, fuera del ámbito
estrictamente científico, van a tener las conclusiones que saquemos. Desde este
punto de vista las investigaciones suelen clasificarse en dos grandes tipos:
puras y aplicadas.
Son investigaciones puras aquellas en que los conocimientos no se
obtienen con el objeto de utilizarlos de un modo inmediato, aunque ello no
quiere decir, de ninguna manera, que estén totalmente desligadas de la práctica
o que sus resultados, eventualmente, no vayan a ser empleados para fines
concretos en un futuro más o menos próximo. Por ejemplo, las indagaciones que
varios científicos realizaron sobre la estructura del átomo fueron hechas como
trabajos de investigación pura, pues no se veían, para las mismas, aplicaciones
concretas. No obstante, pocos años después, siguieron diversas formas de
emplear dichos conocimientos, algunas de ellas tan terroríficas como las bombas
atómicas.
La investigación aplicada persigue, en cambio, fines más directos e
inmediatos. Tal es el caso de cualquier estudio que se proponga evaluar los
recursos humanos o naturales con que cuenta una región para lograr su mejor
aprovechamiento, o las investigaciones encaminadas a conocer las causas que
provocan una enfermedad, con el fin de proteger la salud. Hay investigadores
que, un poco candorosamente, prefieren dedicarse a este tipo de trabajos porque
piensan que de ese modo podrán influir más directamente en su entorno. No
negamos la buena intención que pueda existir en tales casos pero,
lamentablemente, debemos recordar que una cosa es la posible aplicabilidad de
una investigación y otra muy distinta su aplicación concreta y efectiva,
especialmente en el caso de las ciencias sociales. Para que ello se produzca es
preciso que existan tanto la voluntad como los recursos que pueden llevar las
conclusiones teóricas al plano de la vida real.
La investigación pura y la aplicada no son dos formas contrapuestas y
desligadas entre sí. Tal como veíamos cuando hablábamos de los diversos tipos
de ciencia, también en este caso existe una complementación muy estrecha, de
modo tal que una forma de trabajo no puede concebirse ni entenderse plenamente
sin el concurso de la otra. Debemos aclarar, además, que ambos tipos de
investigación son modelos ideales, ya que muchas veces se realizan estudios que
combinan ambos tipos de objetivos. La clasificación que hacemos, por lo tanto,
debe entenderse más como un recurso analítico para estimular al investigador a
clarificar sus objetivos que como una disyuntiva ante la cual hay que optar por
una u otra alternativa.
Pero los fines de una investigación deben también especificarse en cuanto al
tipo de conocimiento que el científico espera obtener al finalizar el trabajo.
Nos estamos refiriendo, en este caso, a los objetivos internos o intrínsecos
de la investigación, o sea a la calidad y tipo de los hallazgos que
pretendemos alcanzar. Para ello es necesario preguntarse: ¿qué es lo que
podemos llegar a saber, razonablemente, sobre nuestro tema en estudio? Es
decir, ¿buscamos un simple conocimiento de tipo general, que nos aproxime al
conocimiento del problema? ¿deseamos una descripción, más o menos completa, de
un determinado fenómeno, o nos interesa saber por qué las cosas se producen de
una cierta manera y no de otra? En este momento el investigador debe esforzarse
por pensar con la mayor claridad lógica y, no está demás decirlo, con la mayor
honestidad intelectual posible, para poder definir cuáles son sus propósitos y
objetivos reales y para evaluar hasta qué punto será posible alcanzarlos.
Los tipos de investigación que más frecuentemente se plantean a los
investigadores, desde el punto de vista de los objetivos intrínsecos, no son
más que respuestas generalizadas a las preguntas formuladas anteriormente.
Ellas pueden clasificarse así en:
a) Exploratorias:
Son las investigaciones que pretenden darnos una visión general y sólo
aproximada de los objetos de estudio. Este tipo de investigación se realiza
especialmente cuando el tema elegido ha sido poco explorado, cuando no hay
suficientes estudios previos y cuando aún, sobre él, es difícil formular
hipótesis precisas o de cierta generalidad. Suelen surgir también cuando aparece
un nuevo fenómeno que, precisamente por su novedad, no admite todavía una
descripción sistemática, o cuando los recursos de que dispone el investigador
resultan insuficientes como para emprender un trabajo más profundo. Tal es el
caso de los estudios que, mediante sondas, se realizan sobre los planetas del
sistema solar, o de las investigaciones que actualmente se efectúan sobre
inteligencia artificial. No son investigaciones exploratorias, sin embargo, las
que se enfocan sobre objetos de estudio que son bien conocidos para algunos
científicos, pero que el investigador personalmente no conoce bien: en este
caso se trata simplemente de que éste está familiarizándose con un tema,
estudiándolo, explorándolo subjetivamente, pero no realizando una
investigación que vaya a aportar conocimiento nuevo. Tampoco se consideran
exploratorios los trabajos en que se aplican, para objetos nuevos,
conocimientos ya suficientemente generalizados en una cierta disciplina. No es
exploratoria, entonces, una indagación sobre la composición mineral del suelo
de una región hasta entonces inaccesible, pues existen innumerables estudios
que versan sobre dicho asunto, con una metodología bien establecida, para
infinidad de otras regiones del planeta.
b) Descriptivas:
Su preocupación primordial radica en describir algunas características
fundamentales de conjuntos homogéneos de fenómenos. Las investigaciones
descriptivas uti- lizan criterios sistemáticos que permiten poner de manifiesto
la estructura o el comportamiento de los fenómenos en estudio, proporcionando
de ese modo información sistemática y comparable con la de otras fuentes. Las
mediciones y relevamientos que realizan los geógrafos son, por ejemplo, típicas
investigaciones descriptivas. Otros ejemplos de este tipo de trabajos los
encontramos en las tareas que efectúan las agencias internacionales de las
Naciones Unidas cuando presentan informes sobre el crecimiento demográfico, el
comercio internacional y muchos otros aspectos de interés. También deben
clasificarse como investigaciones descriptivas los diagnósticos que
realizan consultores y planificadores: ellos parten de una descripción
organizada y lo más completa posible de una cierta situación, lo que luego les
permite -en otra fase distinta del trabajo- trazar proyecciones u ofrecer
recomendaciones específicas.
c) Explicativas:
Son aquellos trabajos donde nuestra preocupación se centra en determinar los
orígenes o las causas de un determinado conjunto de fenómenos. Su objetivo, por
lo tanto, es conocer por qué suceden ciertos hechos, analizando las relaciones
causales existentes o, al menos, las condiciones en que ellos se producen. Este
es el tipo de investigación que más profundiza nuestro conocimiento de la
realidad porque nos explica la razón o el por qué de las cosas, y es por lo
tanto más complejo y delicado, pues el riesgo de cometer errores aumenta aquí
considerablemente. Sobre su base, puede decirse, se construye el edificio de la
ciencia, aunque no por esta razón deban desdeñarse los tipos anteriores, ya que
los mismos son, casi siempre, los pasos previos indispensables para intentar
explicaciones científicas.
Los tipos precedentes de investigación no son, para nada, categorías cerradas y
excluyentes y constituyen apenas una de las tantas formas de clasificarlas.
Saber de qué tipo es la investigación que uno está realizando no tiene un valor
por sí mismo ni es un requisito que otorga a nuestro trabajo mayor rigurosidad
o valor: sirve, antes bien, para hacernos conscientes de los fines que
pretendemos alcanzar, para entender mejor lo que estamos emprendiendo, para
razonar con más claridad acerca de nuestros objetivos.
Por otra parte, se puede hablar de una cierta graduación desde los tipos menos
rigurosos de trabajos -exploratorios- hasta los conocimientos más profundos,
que surgen de las investigaciones explicativas, pasando por las investigaciones
que nos proporcionan descripciones sistemáticas y detalladas. Un estudio
descriptivo puede ser la continuación de otro exploratorio, aunque
evidentemente esto no puede darse en un sentido inverso, ya que es necesario
alcanzar un conocimiento relativamente amplio de una situación antes de
intentar describirla orgánicamente. Del mismo modo ocurre con las
investigaciones explicativas. La tarea investigadora sobre un problema no tiene
por qué reducirse a uno solo de estos campos de acción, pues hay casos en que
pueden llevarse a cabo trabajos exploratorio-descriptivos o
descriptivos-explicativos, de acuerdo a la naturaleza del problema y al estado
de los conocimientos en el área temática del trabajo.
Delimitación
temática
La delimitación del tema a investigar es una etapa ineludible en todo proceso
de obtención de conocimientos, porque ella nos permite reducir nuestro problema
inicial a dimensiones prácticas dentro de las cuales es posible efectuar los
estudios correspondientes. En otras palabras, delimitar un tema significa
enfocar en términos concretos nuestro campo de interés, especificar sus
alcances, determinar sus límites.
Para poder hacerlo es necesario tener, en primer lugar, una idea cabal del
estado actual de los conocimientos en el área de estudios que se va a
investigar, conocer los últimos avances significativos al respecto y los puntos
que requieren de un mayor esfuerzo para su elucidación y clarificación. Se
requiere entonces una revisión bibliográfica lo más amplia posible, acudiendo
especialmente a revistas científicas, informes y monografías, medios de
comunicación que reflejan con más dinamismo que los libros los adelantos que se
producen. Muy importante, hoy, es acudir a internet, la amplia red de
redes que liga a millones de computadoras en el mundo, porque allí aparece sin
demora casi todo lo que hay de nuevo en todos los terrenos de investigación.
Sólo sobre la base de un conocimiento sólido y actualizado puede el
investigador realizar una delimitación de su tema que tenga sentido, definiendo
un campo concreto y fecundo en qué trabajar. Es error común en los
principiantes el prestar poca atención a esta tarea, por lo que suelen
enfrentar, cuando luego se va desarrollando la investigación, inconvenientes
bastante desagradables: es frecuente que el investigador se dé cuenta demasiado
tarde de que está estudiando varias cosas diferentes a la vez, que sus
esfuerzos se dispersan, que ha acumulado una gran cantidad de información de
todo tipo que no sabe cómo organizar ni para qué utilizar.
Una correcta delimitación permite precisar hacia donde deben concretarse los
esfuerzos y resolver, por lo tanto, muchos problemas prácticos. Si, por ejemplo,
estamos interesados en el tema general de las migraciones, será necesario
delimitar específicamente a qué contexto habremos de referirnos. Sería difícil
averiguar, en el curso de un solo trabajo, los motivos que llevaban a la gente
a cambiar de residencia dentro de las fronteras del Imperio Romano, las
consecuencias demográficas de los traslados de población durante la época de la Conquista y el nivel
socioeconómico de quienes se desplazan de un país a otro dentro de la Europa actual. Es decir, el
tema de las migraciones admite la posibilidad de ser estudiado en ámbitos
geográficos, históricos y conceptuales marcadamente diferenciados, que muchas
veces requieren de un instrumental metodológico también diferente, por lo que
debe ser delimitado concretamente para poderlo abordar con éxito.
Esta delimitación habrá de efectuarse en cuanto al tiempo y al espacio
para situar nuestro problema en un contexto definido y homogéneo. Así, en
nuestro ejemplo, podríamos referirnos a las migraciones internas en Venezuela a
partir de 1936 y especificar, además, que habremos de estudiar con mayor
atención aquéllas que se producen con rumbo a Caracas a partir de 1968, o
cualquier otra delimitación semejante. Cabe advertir que, cuando hablamos de
delimitación espacial, no lo hacemos exclusivamente en referencia a los
espacios físicos que estemos considerando, como en el ejemplo anterior.
Espacio, en este contexto, significa más bien el tipo de objetos de estudio al
que estaremos estudiando, como cuando nos referimos a “toda la población entre
12 y 15 años de edad”, “personas que sufren del mal de Parkinson” o “empresas
de telecomunicaciones transnacionales”. Hacer una delimitación espacial
significa, por lo tanto, definir una categoría homogénea de objetos sobre los
cuales habrá de recaer nuestra atención.
Pero no basta sólo con delimitar estas coordenadas de espacio y tiempo. Los
motivos que impulsan a la gente a migrar son muy variados, y diferentes de
acuerdo a las características sociales de los migrantes. Existe un aspecto
puramente psicológico del problema, un aspecto social, ocupacional, económico,
educativo, etc., así como una problemática particular de los migrantes según su
origen sea rural o urbano, y de acuerdo a su edad, sexo y demás condiciones.
Elegir de entre estas posibilidades un área específica y concreta -que posea
una relativa homogeneidad- e indicar con qué profundidad vamos a encararla, es
lo que llamaremos delimitar el tema en cuanto a su contenido.
Se trata de una tarea que resulta difícil de realizar cuando no se tienen
amplios conocimientos previos sobre el tema. Aquí, como ya decíamos, es
necesario que el investigador haga una amplia revisión de la bibliografía
existente, especialmente de las obras donde se enfocan los problemas de interés
desde un punto de vista amplio y general. Con esto se evitan innecesarias
repeticiones y se pueden explorar los diversos ángulos que plantean los temas
que nos preocupan. Debemos aclarar, finalmente, que en muchos casos es
imposible hacer una delimitación en cuanto al contenido si no hamos avanzado ya
bastante en lo relativo a formular un marco teórico, pues existe una relación
íntima entre ambas tareas. Las etapas de una investigación, como se puede
apreciar, se entrelazan y se complementan de tal modo que nos obligan a
efectuar constantes revisiones de los aspectos anteriores.
Ejercicios
Enviar respuestas a mi correo (plugano@gmail.com) Grupos de 2 personas
1. Trate de
encontrar un tema que tenga relación con su práctica
cotidiana y que sea susceptible de convertirse en problema de investigación. En
base al mismo identifique los pasos a seguir para realizar su investigación.
2. Trate de dar una
delimitación adecuada, en cuanto a espacio, tiempo y contenido, a los siguientes temas de investigación:
a) Machismo y Violencia de Género
b) Homosexualidad y VIH-SIDA
c) Resistencia al Cambio frente a la integración de la tecnología
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