(Carlos
Sabino, Ob.Cit. – Adaptado por P. Lugano)
Concepto
Hemos afirmado que el
planteamiento de una investigación no puede realizarse si no se hace explícito
aquello que nos proponemos conocer: es siempre necesario distinguir entre lo
que se sabe y lo que no se sabe con respecto a un tema para definir claramente
el problema a investigar. Del planteamiento de la investigación surgen, por lo
tanto, sus objetivos internos y externos, y la posibilidad de emprender la
imprescindible delimitación del campo de estudio.
Pero ningún hecho o fenómeno de
la realidad puede abordarse sin una adecuada conceptualización. El investigador
que se plantea un problema no lo hace en el vacío, como si no tuviese la menor
idea acerca del mismo, sino que siempre parte de algunas ideas o informaciones
previas, de algunos referentes teóricos y conceptuales, por más que estos
puedan no tener todavía un carácter preciso y sistemático. Porque, muchas
veces, es sólo durante el propio proceso de investigación que se refinan y
hacen más rigurosos los conceptos existentes, a medida en que se penetra en las
características de los objetos de estudio y se los va conociendo mejor.
Teniendo en cuenta estas
consideraciones y recordando el esencial carácter dinámico del proceso de
conocimiento, es que podrá juzgarse entonces la importancia de abordar el
trabajo de investigación teniendo como punto de partida una sólida perspectiva
teórica, que haga explícitos los conceptos y supuestos que dan origen a la
investigación. El marco teórico, también llamado marco referencial
(y a veces, aunque con un sentido más restringido, denominado asimismo marco
conceptual) tiene precisamente este propósito: dar a la investigación un
sistema coordinado y coherente de conceptos y proposiciones que permitan
abordar el problema. Es decir, se trata de integrar al problema dentro de un
ámbito donde éste cobre sentido, incorporando los conocimientos previos
referentes al mismo y ordenándolos de modo tal que resulten útiles en nuestra
tarea.
Por ejemplo si deseamos conocer
la forma en que la libertad económica ha influido en el desarrollo de América
Latina será conveniente recordar que existen diversas definiciones y formas de
concebir el desarrollo y que la libertad económica es un concepto complejo, que
sintetiza en sí mismo innumerables aspectos específicos de muy diversa
naturaleza. Sobre el desarrollo se han elaborado además diversas teorías, en
muchos sentidos contrapuestas, y no resulta serio comenzar a trabajar sobre el
tema sin antes conocerlas, analizarlas y saber el punto en que se encuentran en
la actualidad. De modo que es preciso pasar revista a todo este conjunto de
problemas, ordenar las ideas y esbozar los criterios generales con los que
habremos de trabajar. No quiere decir esto que exista un único marco teórico
posible para este problema, un sólo concepto válido de desarrollo o de libertad
económica, o que debamos seguir una forma estandarizada de acercarnos a los
datos que nos permiten evaluar ambos elementos, sino que debemos pasar revista
a los conocimientos existentes, organizarlos de algún modo coherente y
utilizarlos entonces como punto de partida para el trabajo de indagación a
realizar. Explicitar los puntos anteriores -y muchos otros, sin duda, que
surgirán en relación a ellos- significa poner en claro para el propio
investigador sus postulados y supuestos, asumir los frutos de investigaciones
anteriores y esforzarse por orientar al trabajo de un modo coherente. De toda
esta actividad dependerán, en no poca medida, los frutos que se obtendrán al
cabo de la investigación.
El cometido que cumple el marco
teórico es, pues, situar a nuestro problema dentro de un conjunto de
conocimientos -en lo posible sólidos y confiables- que permitan orientar
nuestra búsqueda y nos ofrezcan una conceptualización adecuada de los términos
que utilizamos. Por esta razón, el punto de partida para construir una marco de
referencia lo constituye nuestro conocimiento previo de los fenómenos que
abordamos y las enseñanzas que extraigamos del trabajo de revisión
bibliográfica que obligatoriamente tendremos que hacer. Es por ello que, en
muchos proyectos de investigación, no se presenta una sección aparte denominada
“marco teórico” sino que se exponen sus características dentro de lo que se
denomina “revisión bibliográfica” o “antecedentes”.
Puede suceder, por tal motivo,
que el marco teórico de un trabajo no aparezca en forma explícita en el mismo,
aunque es normal que toda investigación de cierto nivel plantee estas
referencias teóricas en sus capítulos iniciales. Cuando no se las formula es
porque estamos aludiendo a un sistema referencia lo suficientemente conocido
como para que el mismo no requiera de una exposición detallada, ya que se puede
suponer, razonablemente, que los lectores lo conocen con anterioridad. Este es
el caso de las teorías ampliamente aceptadas, de conceptos difundidos
uniformemente en libros de texto o de aportes bien conocidos por los
especialistas de una disciplina. Tampoco es usual que un investigador que se
inscribe dentro de una escuela determinada de pensamiento, como el
psicoanálisis, por ejemplo, haga una exposición preliminar de los fundamentos
de dicha corriente: basta con que señale sus puntos de partida y que
puntualice, si es necesario, lo que comparte o no de la corriente mencionada
-pues es frecuente que existan diversos matices dentro de un tronco común- para
que se haga clara la posición del investigador. En otras ocasiones, cuando se
trata de una indagación donde el marco referencial se reduce, en realidad, a
algunas pocas proposiciones, éstas pueden insertarse al comienzo del trabajo
sin merecer una aclaración mayor. Tal es el caso de estudios aplicados o de
investigaciones que buscan extender conceptos bien conocidos a nuevos casos de
estudios.
No es por tanto necesario que
todos y cada uno de los informes de investigación posean una sección específica
denominada “marco teórico”. Lo que sí es importante es desterrar las fuentes de
posibles confusiones aclarando al lector nuestros puntos de partida, el sentido
que damos a nuestros conceptos, la relación que establecemos entre ellos de
acuerdo a los antecedentes existentes y al problema que nos proponemos
investigar.
El problema de la causalidad
Tal vez la mayor preocupación de
todo científico se refiera a las causas que originan los fenómenos. El
investigador desea responderse a preguntas tales como ¿por qué algunos árboles
crecen en climas húmedos y otros en zonas secas?, ¿por qué existe la
burocracia?, ¿por qué las radiaciones atómicas producen problemas genéticos?
Encontrar las causas que producen determinados hechos o regularidades entre los
fenómenos conocidos es en realidad hallarles una explicación, incluirlos dentro
de leyes generales que regulan su comportamiento y de ese modo los hacen
inteligibles.
Si encontráramos que un cierto
fenómeno F se produce siempre que estamos en presencia de la condición C, y que
si ésta no se halla presente nunca ocurre F, estaríamos en condiciones de
afirmar que C es la causa de F, y que F es el efecto de C. Este es el tipo de
relación más estricto que puede vincular ambos términos y recibe el nombre de relación
causal o relación de causa-efecto. Este tipo de relación se presenta
en las ciencias naturales (aunque con menos frecuencia de lo que se supone)
pero raramente en las ciencias humanas o sociales. Siempre que un trozo de
hierro (a presión atmosférica) alcanza los 1.535oC de temperatura
éste se funde, y siempre que se funde es porque ha alcanzado dicha temperatura.
En el área de las ciencias
humanas tenemos que, en primer lugar, los fenómenos ocurren en un marco muy
complejo de variables interrelacionadas de tal modo que, al acontecer el
fenómeno en estudio, no sólo percibimos la presencia de una, dos o tres variables,
sino de una multiplicidad de ellas, que a su vez se modifican e influencian
entre sí.
Muchas veces se alude al carácter
histórico, irrepetible, de todos los acontecimientos humanos, pretendiendo que
por esta razón sea imposible abstraer a partir de ellos leyes generales. Este,
según Mario Bunge, es un argumento poco sólido pues, en esencia, los hechos
físicos son también irrepetibles. Si fundimos una barra de hierro ese hecho, en
sí mismo, es también único, pues podemos volver a hacer esa misma operación con
otro trozo de metal o con el mismo trozo después de un tiempo, pero se tratará,
como es fácil apreciar, de hechos muy similares, casi idénticos, pero nunca del
mismo hecho.
Lo que sucede es algo muy
diferente: ocurre que, en cada operación en que se repite un experimento, el
investigador puede regular con relativa precisión el comportamiento de las
muchas otras variables que podrían intervenir: controla la presión, la
composición química del material a fundir y de la atmósfera en que se encuentra,
el tamaño del objeto, etc. Este tipo de control, que consiste en aislar el
fenómeno de la influencia de los muchos factores que no nos interesan como
posibles causas, es lo que es prácticamente imposible de realizar en todo el
campo de lo social, precisamente porque todo hecho en el que intervienen seres
humanos es de una inmensa complejidad en comparación con los del mundo
puramente físico.
Si postuláramos que la tasa de
natalidad desciende a medida que aumenta el ingreso per cápita de un país encontraríamos
tal vez que esta relación se cumple en muchos casos, pero que nunca se
establece del modo estricto que suele seguir un verdadero modelo causal. Si
bien es cierto que ambas variables han estado estrechamente ligadas en las
sociedades modernas, no podemos negar que existen muchas otras influencias y
circunstancias que inciden decisivamente sobre la relación que analizamos. Así,
el conjunto de valores culturales preexistentes, la existencia de políticas
poblacionales, las prácticas religiosas, la densidad de población, el grado de
urbanización y otros muchos factores pueden influir de un modo bastante
importante para que la natalidad baje o se estanque en un contexto social
determinado. Son variables capaces de estimular, reducir, desencadenar o impedir
dicho fenómeno, según su peso relativo en cada circunstancia.
Como las explicaciones de tipo
causal resultan inadecuadas, por su rigidez, para los fenómenos sociales, es
que los científicos dedicados a estas disciplinas se han preocupado especialmente
por el problema epistemológico que consiste en suplantar un modelo de
causalidad mecánico por otro que rescate la específica complejidad de lo
social.
En todo caso es preciso tener en
cuenta que la noción estrecha de causa ha sido suplantada con ventaja por el
concepto más abierto de determinación. Decir que A determina a B
significa tan sólo expresar que ejerce una influencia, que es capaz de
modificar o alterar el comportamiento de B. No diríamos así que A
es causa de B, -por cuanto B puede estar determinado además por
muchos otros elementos- sino que A lo determina en alguna medida que es
posible evaluar. Decir que el subdesarrollo es la causa de los cinturones de
miseria que se han formado alrededor de muchas ciudades latinoamericanas
resulta, a nuestro juicio, una aseveración excesivamente terminante y, de algún
modo, imprecisa, dado que “sub-desarrollo” es una categoría demasiado amplia y
elástica, que no reúne los requisitos de rigor propios de la ciencia. Proponer,
en cambio, que dichas áreas “marginales” tienen cierta correlación con una
determinada forma de industrialización, con migraciones interiores y con
problemas de tipo cultural -por ejemplo- nos parece introducir un enfoque más
rico y matizado del problema. En el primer caso tenemos una aparente precisión
que sólo esconde una formulación en esencia vacía; en el segundo, pese a la
aparente ambigüedad, tenemos una propuesta más atinada a partir de la cual es
posible llegar a un afinamiento teórico que nos otorgue la precisión deseada.
Tipos de determinación
Estudiar la forma en que diversos
elementos pueden determinarse entre sí no es otra cosa que analizar los
diferentes tipos de condicionamiento que pueden existir entre un hecho y otro
hecho, pues la determinación que exista entre ellos puede concebirse como una
forma en que tales hechos se relacionan o condicionan entre sí. Estos tipos de
condicionamiento pueden adoptar diversas formas, de las cuales presentamos las
cuatro más importantes.
a) Condiciones necesarias: son aquellas sin
las cuales es imposible que ocurra un determinado fenómeno. Es imprescindible, necesario,
que estén presentes para que se produzca el hecho, aunque esto no quiere decir
que cada vez que se encuentren ocurra el fenómeno estudiado. Por ejemplo, para
que en un país se produzca un golpe militar es condición necesaria, obviamente,
que exista un ejército organizado. Por supuesto no siempre sucede que, habiendo
un ejército organizado, éste provoque un golpe militar, es más, lo normal es
que no ocurra; pero para que suceda es necesario que exista la condición
mencionada. La presencia de oxígeno libre -en el aire o en el agua- es también
una condición necesaria para la existencia de los mamíferos.
b) Condiciones suficientes: se refieren a
circunstancias que, siempre que aparecen, desencadenan el suceso en estudio,
aunque no es necesario que ellas estén presentes para producirlo, pues otras
condiciones diferentes podrían por su parte ocasionarlo. V.g., es condición
suficiente, para producir la muerte, que se paralice durante un cierto período
el funcionamiento del corazón, pero el deceso de una persona puede producirse
por muchas otras razones diferentes.
c) Condiciones contribuyentes: son aquellas
que favorecen de una manera decisiva el suceso investigado, y que generalmente
suelen producirlo, aunque no alcancen un determinismo que pueda considerarse
como necesario o suficiente. Las condiciones contribuyentes suelen tener una
variada incidencia sobre el objeto condicionado, pudiendo contribuir en mayor o
menor medida a que éste se produzca. El investigador deberá, pues, no sólo
determinar el tipo de condicionamiento que enlaza a los fenómenos que estudia
sino que, en este caso, tendrá que prestar atención a la fuerza con que éste se
presenta. Así, es conocido que tanto el riego como la radiación solar
contribuyen al crecimiento de las especies vegetales, pero lo hacen de un modo
diverso según sus magnitudes para cada especie considerada.
d) Condiciones contingentes: son
circunstancias que, pudiendo favorecer la ocurrencia del hecho estudiado, se
presentan sólo eventualmente, pudiendo estar por completo ausentes en la
mayoría de los casos. El embargo petrolero decretado por los países árabes en
1973 fue una contingencia que redujo la oferta de ese producto, promoviendo un
aumento notable de los precios, pero un aumento en el precio de un bien puede
producirse normalmente por muchas otras diferentes circunstancias. La
contingencia señalada, en dicho caso, es una circunstancia que operó en el
marco de una situación bastante compleja del mercado y que sólo sirvió para
darle una forma definida en un momento dado.
Solamente en aquellos casos en
que se pueda sostener que una condición es a la vez necesaria y suficiente
podemos decir que estamos en presencia de la causa de un hecho. Dicho en
términos más precisos, C es causa de F cuando siempre que se
presenta C aparece F, y cada vez que ocurre F, es que C
está presente.
Las variables
Una vez que alcanzamos un
conocimiento relativamente amplio del tema a investigar, de sus antecedentes,
aspectos principales y enfoques más usuales, debemos abocarnos a aislar, dentro
del problema, los factores más importantes que en él intervienen. Para ello
habremos de delimitar las principales facetas y los sub-problemas diferenciales
que se plantean, ordenándolos lógicamente y relacionándolos de acuerdo a su
propia naturaleza. De allí surgirán las características y factores básicos que
forman parte del problema y a través de los cuales podremos explorarlo,
describirlo o explicarlo.
Por ejemplo, si se trata de un
problema de comercialización, los aspectos fundamentales que deberemos estudiar
serán la oferta, la demanda, las motivaciones del consumidor, la distribución,
la publicidad y otros factores semejantes. Si se trata de un trabajo de tipo
etnográfico, nos interesará diferenciar las formas de tecnología empleada, la
organización del trabajo, el tipo de estructura familiar, los ritos, ceremonias
y formas de culto religioso.
Estos factores encontrados deben
ser posteriormente elaborados y estudiados, hasta que podamos llegar a
formularlos en forma de cualidades o características que se entrelazan en el
fenómeno a investigar. Gracias a ellos estaremos en condiciones de construir el
marco teórico dentro del cual se inserta el fenómeno de nuestro interés.
Cuando es posible, llegado a este
punto, encontrar que nuestro marco teórico puede ser esquematizado como un
conjunto de elementos interdependientes a los cuales es posible medir (de
alguna forma), convendrá apelar a la noción de variable para organizar
nuestros conceptos. No todos los problemas podrán ser enfocados de esta
manera, y tampoco es lícito afirmar que en toda investigación sea
conveniente el uso de tales instrumentos lógicos de análisis. Pero, en aquellos
casos en que sea posible llegar a un grado tal de aislamiento de los factores
involucrados en el problema, resulta indudable que un esquema de variables nos
permitirá desarrollar mejor nuestro marco teórico, haciéndolo ganar en
precisión y en claridad y facilitando enormemente el trabajo de verificación
que es indispensable en la ciencia.
Por variable entendemos cualquier
característica o cualidad de la realidad que es susceptible de asumir
diferentes valores. Es decir, que puede variar, aunque para un objeto
determinado que se considere pueda tener un valor fijo. Cuando nos referimos a
una característica o una cualidad, que pueden tener los objetos en estudio,
cualesquiera que ellas sean, hablamos de propiedades de los objetos pero nunca
de los mismos objetos. Una mesa no puede ser, en sí, una variable, pero si nos
referimos a la altura de una mesa estamos efectivamente en presencia de una
variable, pues una mesa puede tener una altura de 0,40 m, de 0,80 m, o de
cualquier otro valor. O sea que esa cualidad de la mesa (la altura), puede
asumir diferentes valores: es por lo tanto una variable. No quiere decir eso
que la altura de una determinada mesa deba variar, sino que el concepto
genérico de “altura de una mesa” puede variar de un caso a otro.
Las variaciones pueden producirse
también para un mismo objeto, y no sólo entre diferentes objetos considerados.
Pero, en este caso, tampoco podemos expresar que es el objeto mismo el que
varía, pues esta modificación habrá de ser siempre la de alguna de sus
características (incluyendo dentro de ella a su misma “existencia”). Así, por
ejemplo, diremos que es una variable el caudal que posee un río y no el río en
sí mismo.
El tiempo es siempre considerado
como una variable, pues los hechos pueden producirse en un momento o en otro,
dentro de un continuo que va discurriendo constantemente. Por ello, si los
fenómenos pueden tener siempre un tiempo determinado -diferente para cada caso-
es que lo consideramos también como una variable.
La palabra valor, que
hemos empleado hasta aquí, debe entenderse en un sentido amplio y no en el más
reducido de valor o magnitud numérica. De este modo, el color de un objeto es
para nosotros también un cierto valor, si consideramos la variable “color del
objeto”. Si decimos, por ejemplo, “color de una fruta”, en un trabajo
taxonómico de botánica, esta cualidad, -el color- puede evidentemente variar de
un objeto a otro, ya que puede haber frutas amarillas, verdes, rojas o de
diferentes tonalidades. Estos diferentes colores serán, en este caso, los
distintos valores que puede asumir la variable de referencia. Suele llamarse a
estas variables, sobre la cuales no se construye una serie numérica definida, variables
cualitativas, para distinguirlas de aquellas que sí admiten una escala
numérica de medición y que se llaman, por lo tanto, cuantitativas.
Todos los valores que llega a
tener una variable pueden entenderse como una serie, como una sucesión más o
menos ordenada de posibilidades. Tales series son de dos tipos básicos:
a) Continuas: cuando entre uno y otro
valor existen infinitas posibilidades intermedias. Por ejemplo, la altura de
una persona, el peso de un objeto, el rendimiento de un estudiante, etc.
b) Discretas: cuando dichas posiciones
intermedias carecen de sentido pues la variable se modifica de a “saltos” entre
un valor y otro y no en forma paulatina. Por ejemplo, la cantidad de hijos que
posee una persona, el número de países que intervienen en una conferencia
internacional, etc. En estos casos podemos hablar de un cierto valor 5, 6, 7 ó
cualquier otra magnitud entera, pero es absurdo referirse a 2,3 países o 1,8
hijos. Debemos advertir, sin embargo, que sí tiene sentido, y se emplea
usualmente, calcular promedios sobre estas cantidades, de modo que pueda
decirse que para un cierto grupo social el promedio de hijos por familia es de
3,27 -o cualquier otro valor- pese a lo cual la variable no deja de ser
discreta.
Un caso particular de una serie
discreta la constituye aquel en que la misma posee solamente dos posibilidades.
Ejemplo de ello serían categorías como “muerto-vivo” o “países con o sin salida
al mar”, donde no cabe otra opción que las dos mencionadas. En tal caso la
variable se denomina dicotómica.
Una variable puede ser continua y
sin embargo, de acuerdo a nuestras posibilidades concretas de medición, medirse
sobre una escala discreta. Esto no le cambia su carácter, puesto que refleja
más bien nuestra incapacidad para efectuar una discriminación más exacta de los
valores. Lo mismo sucede, en otros casos, cuando el investigador no cree
apropiado hacer un esfuerzo suplementario para obtener información más precisa.
Variables y dimensiones
Sucede en la práctica que muchas
de las características que nos interesa estudiar no son tan simples como las de
algunos ejemplos anteriores. Resulta muy sencillo medir y comprar la variable
“cantidad de hijos que posee una persona”, pero nos enfrentamos a una
dificultad mayor si pretendemos conocer el “rendimiento” de un estudiante o el
grado de patriarcalismo que presenta una sociedad. Esto es frecuente
especialmente en las ciencias sociales, donde la complejidad de los fenómenos y
de los actores que intervienen en ellos hace que normalmente nos encontremos
con conceptos de suma complejidad. Cuando nos hallamos frente a variables de
este tipo, que son complejas de por sí ya que resumen o integran una
multiplicidad de aspectos diversos, debemos recurrir a subdividir o descomponer
a la variable en cualidades más simples y por lo tanto más fáciles de medir. A
estas sub-cualidades que en conjunto integran la variable las llamamos
dimensiones.
Por dimensión entendemos un
componente significativo de una variable que posee una relativa autonomía.
Nos referimos a componentes porque estamos considerando a la variable como un
agregado complejo de elementos que nos dan un producto único, de carácter
sintético. Así, en nuestro ejemplo, el patriarcalismo de una sociedad debe
considerarse como una síntesis de un cierto tipo de organización familiar,
determinamos valores de conducta individual y pautas definidas de organización
económica. Para dar un ejemplo más simple, tomado del campo de las ciencias
naturales, podemos afirmar que el tamaño de un objeto, digamos una mesa, no es
solamente su altura, largo o ancho, sino una resultante de estas tres
dimensiones que, en total, nos determinan su tamaño.
Cuando en la definición anterior
hablábamos de relativa autonomía lo hacíamos para destacar que las dimensiones
pueden presentar diferentes valores unas respecto a otras, pero siempre dentro
de ciertos límites de congruencia. Si el largo de un objeto se modificara al
variar su altura no estaríamos en presencia de dos dimensiones de una misma
variable sino frente a dos variables diferenciadas, una de las cuales estaría
influyendo sobre la otra. En cambio, al tratarse de conceptos independientes
entre sí, los consideramos como elementos autónomos que permiten integrar una
variable. Naturalmente, la independencia que puede haber entre diversas
dimensiones no es absoluta ni total, puesto que existe un mínimo y un máximo
dentro de los cuales pueden variar los valores de las dimensiones sin llegar a
producir una situación incoherente: no llamaríamos “mesa” a un objeto que
tuviese 10 metros de largo y una altura de 20 cm, aunque puede haber mesas de
esa longitud (más altas) y de esa altura (más cortas). Por esta razón
especificamos que se trata de una relativa autonomía, y no simplemente de
autonomía.
Una misma cualidad puede
considerarse como una variable en sí o como una dimensión de una variable mayor
según el enfoque y propósitos que guíen cada investigación, pues se trata de
definiciones de carácter instrumental que el científico realiza de acuerdo a la
naturaleza del problema planteado. Si, por ejemplo, nos interesa conocer y
distinguir a las personas de acuerdo a su nivel socio-económico, esta variable
tendrá, a su vez, dos dimensiones distinguibles: el nivel social, y el nivel
económico. Pero si estamos estudiando el ingreso de las familias debemos
manejar el mismo concepto de “nivel económico” como una variable en sí y no
como una simple dimensión, y nos veremos en la necesidad de descomponer esta
variable en algunas de las dimensiones que la integran.
En general podemos afirmar que
una cualidad interviene como variable en una investigación cuando nos es útil
relacionarla como un todo con otra u otras variables; en cambio, debemos
tomarla sólo como una dimensión cuando su sentido como cualidad aislada sea
poco significante y deba agruparse con otras cualidades para poder ser
relevante. Dentro de cada trabajo cada cualidad deberá asumir su papel fijo de
variable o de dimensión, sin alterar este carácter a todo lo largo del mismo,
pues de otro modo se producirían evidentes confusiones y contradicciones
lógicas.
Posteriormente, cada una de las
variables y dimensiones que hemos aislado debe ser definida con la mayor
rigurosidad posible, asignándole un sentido unívoco y claro para evitar que se
originen ambigüedades, distorsiones e innecesarias discusiones sobre
terminología.
Relaciones entre variables
Luego de haber precisado los
factores que intervienen en un problema, de haberlos definido y analizado hasta
determinar el tipo de condicionamiento que los unen, habremos obtenido un
conjunto de variables relacionadas entre sí de una cierta manera particular.
Debemos entonces organizar estas relaciones observadas, de modo tal que podamos
construir un esquema coherente que nos exprese el cuadro general del problema.
Para ello partiremos del núcleo
inicial de todo esquema de variables, es decir, del caso elemental en que
encontremos que la variable B se halla condicionada por la variable A.
No nos interesa ahora especificar la forma concreta de este condicionamiento
sino expresar esa relación simple entre ambas variables. Si suponemos que la alimentación
que se recibe en la infancia (variable A) afecta o determina o
influencia el nivel de inteligencia posterior de la persona (variable B),
expresaremos esta relación diciendo que las variaciones de B dependen,
en cierta medida por lo menos, de lo que ocurra con la variable A.
Llamaremos entonces a la variable A variable independiente y a la
variable B variable dependiente, pues sus valores dependen de los
que asuma A.
La variable A es llamada
independiente, pues dentro de la relación establecida no depende de ninguna
otra, aunque pudiera resultar dependiente si estudiáramos otro problema. Por
ejemplo, la variable “nivel socio-económico” tiene una relación evidente con la
calidad de la alimentación que se recibe. Si llamamos C a esta nueva
variable obtendremos el siguiente esquema:
Donde ahora A juega el
papel de variable dependiente y C asume el papel de independiente. Es
perfectamente posible agrupar las dos relaciones planteadas en un solo esquema,
que muestre el modo en que se enlazan las tres cualidades consideradas.
La variable A resulta
ahora dependiente respecto a C, pero independiente respecto a B.
La designaremos entonces con el nombre de interviniente, pues resulta un
factor que interviene entre C y A modificando o alterando con su
propio contenido las relaciones que existen entre esos dos elementos.
Además de estas tres posiciones
básicas que las variables pueden adoptar al relacionarse entre sí existe una
cuarta posibilidad, que se refiere al caso de variables que ejercen una
influencia de tipo difuso y general sobre todo el conjunto de los hechos
investigados. Designaremos a este tipo de variables con el nombre de contextuales,
porque nos indican precisamente el medio, el contexto o ámbito general donde se
desarrollan los fenómenos que se estudian. Los valores presentes en una
sociedad, el tipo de estructura económica y conceptos que tienen, en general,
este amplio nivel, son las más de las veces considerados como variables
contextuales.
Los esquemas de variables que acabamos
de mostrar son los más simples que cabe concebir, constituyen por así decir la
“célula básica” con que luego se estructuran sistemas más complejos. Es normal
que una variable no sólo afecte a otra más sino a varias simultáneamente, así
como que una variable dependiente sea influida por dos, tres o más variables
independientes. Este tipo de entrelazamiento corresponde mucho más a los temas
de la realidad social, donde no es raro poder distinguir 10 ó 20 variables
jugando un importante papel en un cierto problema.
En este caso estamos en una
relación de mutua dependencia, donde no hay en propiedad una variable
independiente sino una constante retroalimentación entre dos elementos
que se condicionan recíprocamente entre sí. Esta situación es bastante
frecuente en los fenómenos sociales, que presentan al observador muchos casos
de factores entrelazados de tal modo que dan origen a “círculos” -ya sea
“viciosos” o “virtuosos”- de retroalimentación positiva, o a circunstancias
donde se produce en cambio una retroalimentación negativa, donde el crecimiento
de un factor induce al decrecimiento de otro que, a su vez, refuerza el
crecimiento del primero.
Concepto de hipótesis
Cuando afirmamos que existe una
cierta relación entre dos variables estamos suponiendo que una cierta
característica de la realidad influye sobre otra. Si enunciamos esta relación
de un modo explícito, afirmando que X afecta el comportamiento de Y, y
si además le damos a tal afirmación un carácter condicional, de enunciado
sujeto a prueba o verificación, estaremos elaborando un tipo de proposición
fundamental en el avance de toda ciencia: la hipótesis. La hipótesis es
así una afirmación, aún no verificada, que relaciona dos o más variables de una
manera explícita. Lo que allí se enuncia puede o no ser confirmado por los
hechos, por los datos que se recojan, pero en todo caso sirve como punto de
partida para organizar el conjunto de las tareas de investigación. Llegar a
comprobar o rechazar la hipótesis que se ha elaborado previamente, confrontando
su enunciado teórico con los hechos empíricos, es el objetivo primordial de
todo estudio que pretenda explicar algún campo de la realidad.
“La hipótesis es la técnica
mental más importante del investigador y su función principal es sugerir nuevos
experimentos o nuevas observaciones”, apunta con razón W. Beveridge y añade,
para resaltar el valor de esta herramienta metodológica, que una hipótesis
puede ser muy fértil sin ser correcta, ya que su capacidad para sugerir
diferentes pruebas y análisis de la realidad suele resultar de mucha utilidad
para detectar nuevos fenómenos hasta entonces pasados por alto. Lo importante
es la actividad que se realiza al confrontar hipótesis con fenómenos empíricos,
pues en ella radica una de las notas más importantes de todo el sistema de
pensamiento científico.
Para que una hipótesis cumpla con
su cometido esencial debe reunir una serie de características básicas, entre
las que pueden destacarse:
Clara conceptualización, que permita
identificar sin lugar a dudas cada uno de los términos que involucra
desterrando, hasta donde sea posible, toda vaguedad en el enunciado.
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Referentes empíricos, que posibiliten
encontrar hechos concretos sobre los cuales se podrá luego corroborarla o
refutarla.
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Especificación clara respecto a las
condiciones en que puede someterse a prueba.
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Relaciones precisas con los conceptos que
usualmente se emplean en el campo de conocimiento sobre el que versa.
|
Por otra parte debemos apuntar
que las hipótesis pueden pertenecer a diferentes órdenes o niveles, es decir,
que ellas pueden ser más o menos generales o específicas. “Las hipótesis del
nivel superior son aquellas que sólo figuran como premisas del sistema y las de
nivel inferior son las que sólo figuran como conclusiones del sistema; las de
los niveles intermedios son las que aparecen como conclusiones de deducciones
de nivel elevado y sirven de premisas para las deducciones de hipótesis de bajo
nivel”, constituyéndose un todo articulado que abarca desde las proposiciones
de mayor generalidad hasta las más particulares.
Las hipótesis, naturalmente,
serán diferentes según el tipo de investigación que se esté realizando. En los
estudios exploratorios, a veces, el objetivo de las investigación podrá
simplemente ser el de obtener los mínimos conocimientos que permitan formular
una hipótesis. También es aceptable que, en este caso, resulten poco precisas,
como cuando afirmamos que “el medio de comunicación X induce
probablemente un cambio de valores en la población Y”, o que “el planeta
Z posee algún tipo de atmósfera”, sin especificar de qué elementos está
compuesta.
Los trabajos de índole
descriptiva generalmente presentan hipótesis del tipo “todos los X
poseen, en alguna medida, la característica Y”. Por ejemplo, podemos
decir que todas las naciones poseen algún comercio internacional, y dedicarnos
a describir, cuantificando, las relaciones comerciales entre ellas. También, y
ya con un grado más alto de complejidad, podemos hacer afirmaciones del tipo “X
pertenece al tipo Y”, como cuando decimos que cierto compuesto químico
es un éster o que una tecnología es capital-intensiva. En estos casos
describimos, clasificándolo, al objeto de nuestro interés, incluyéndolo en un
tipo ideal complejo de orden superior.
Por último podemos construir
hipótesis del tipo “X produce (o afecta) a Y”, donde estaremos en
presencia de una relación entre variables similar a la que mostrábamos en los
ejemplos del punto anterior.
Finalmente debemos advertir, para
evitar las demasiado frecuentes confusiones que se producen en la práctica
docente, que sólo en los casos de investigaciones explicativas es necesario
formular claramente cuáles son las hipótesis de la investigación. En las
investigaciones descriptivas y, con más razón, en las exploratorias, es posible
omitir las hipótesis, ya sea porque éstas son tan amplias y poco definidas que
dicen muy poco a quien lee el informe de investigación, o porque -por la
naturaleza de la indagación- no es posible o necesario verificarlas. También
debemos diferenciar las hipótesis en sentido estricto, que acabamos de
analizar, de ciertos supuestos generales que aparecen en las investigaciones
pero que éstas no se dedican a verificar. En una indagación sobre el modelo
organizativo de una empresa es lógico suponer que ésta tiene fines de lucro,
pero cualquier afirmación que se haga al respecto no constituye en sí una
hipótesis, sino un supuesto o precondición que utilizamos para interpretar los
datos que vayamos obteniendo.
Cómo formular un marco teórico
El lector deberá comprender,
antes que nada, que -por la índole compleja de esta tarea- es imposible indicar
una vía única para construir el marco teórico de todas las investigaciones.
Existen obvias diferencias entre casos particulares que hacen más o menos
importante esta parte de la investigación, o que determinan que se constituya
en una tarea fácil o dificultosa. En una investigación donde el objetivo
fundamental es, v.g., determinar el grado de adaptación de una especie Z
a una zona más desértica que la de origen, los problemas del marco teórico
pueden resolverse con bastante simplicidad y no ocupan un lugar muy
preponderante en el conjunto de las operaciones de investigación. En otro caso,
en cambio, estos problemas pueden ser los esenciales y a ellos habrá que
dedicar la mayor parte del esfuerzo intelectual y del tiempo disponible: tal
sería el caso, p. ej., de un estudio que intentase determinar los valores que
predominan en un sistema educativo. Teniendo en cuenta lo anterior es que nos
limitaremos solamente a ofrecer algunas pocas orientaciones generales que
pueden resultar de interés y que sirven, en parte, para sintetizar lo ya
expuesto.
En primer lugar resulta de gran
utilidad que el investigador, al comenzar a estudiar su tema, trate de poner al
día sus conocimientos por medio de una sistemática y amplia consulta
bibliográfica, apelando naturalmente a bibliotecas, archivos, centros de
investigación y redes informáticas que se pueden consultar a través de
Internet. Esta recapitulación no habrá de ser pasiva: será conveniente que,
sobre lo estudiado, se formulen anotaciones esquemáticas, se comparen puntos de
vista, se establezcan análisis y síntesis.
Luego de lo anterior, y ya
examinando el problema desde un punto de vista general, será conveniente
enfatizar la clarificación de los conceptos a emplear: elaborar definiciones
-aun cuando sean provisionales-, delimitar significados, precisar nociones
vagas o confusas no sólo será conveniente sino en verdad imprescindible.
Contando ya con estas
herramientas conceptuales convendrá determinar si los conceptos involucrados
pueden o no tomarse como variables. En caso afirmativo habrá que analizarlos
individualmente para encontrar sus posibles dimensiones y sus necesarias
relaciones. Si no es así, igualmente, resultará útil intentar esquematizar sus
relaciones de modo tal que, con base a esas simplificaciones, pueda alcanzarse una
visión sintética a desarrollar después. Resultará de gran utilidad tratar de
hacer esta tarea en forma gráfica porque así estaremos en condiciones de
obtener una visión panorámica de nuestro tema. Esta última tarea analítica es
la que nos permitirá formular explícitamente las hipótesis del trabajo. Decimos
explícitamente porque conviene tener en cuenta que en muchos casos las
hipótesis permanecen latentes o implícitas para el investigador ya desde el
comienzo mismo del proyecto.
Por último recomendamos realizar
la mayor parte de esta tarea por escrito, ya sea que estos borradores o apuntes
iniciales corran luego el destino de ser desechados como simple instrumental de
una fase de trabajo, o que -convenientemente organizados y redactados- pasen a
integrar el cuerpo expositivo final de la obra. En todos los casos ir
describiendo nuestras sucesivas aproximaciones al problema tiene el valor
inestimable de otorgarnos un punto de apoyo para la crítica y la autocrítica,
para la sistematización de las ideas y para eliminar innecesarias confusiones.
Ejercicios - Enviar respuestas a mi correo (plugano@gmail.com) - Grupos de 2 personas
1. Cuáles serían las principales dimensiones de la
variable “Tipo de liderazgo”, suponiendo que estamos haciendo una investigación
donde nos interesa ver la forma que los DIRECTORES ACADEMICOS DE UN CENTRO EDUCATIVO actúan.
2. Dé un ejemplo de una condición necesaria para que el fenómeno “EXPULSION o SUSPENSION DE UN ESTUDIANTE”, se produzca.
3. Trace un esquema de variables para estudiar uno de estos problemas:
Uso de las TICs por parte de docentes frente a la emergencia generada por el COVID 19.
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Virtualización de servidores para implementar la modalidad de trabajo remoto (teletrabajo)
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