El proceso de investigación y sus
“momentos”
Llamamos
investigación científica, de un modo general, a la actividad que nos permite obtener
conocimientos científicos, es decir, conocimientos que se procura sean
objetivos, sistemáticos, claros, organizados y verificables. El sujeto de esta
actividad suele denominarse investigador, y a cargo de él corre el esfuerzo de
desarrollar las distintas tareas que es preciso realizar para lograr un nuevo
conocimiento. Los objetos de estudio son los infinitos temas y problemas que
reclaman la atención del científico, que suelen agruparse y clasificarse según
las distintas ciencias o especialidades existentes.
La investigación
científica se desarrolla de acuerdo a los lineamientos generales del proceso de
conocimiento que ya analizamos en los dos capítulos precedentes. En ella se
asiste, por lo tanto, a ese acercamiento del sujeto hacia el objeto del que ya
hablábamos, por un lado, y a la verificación de las teorías que se elaboran al
confrontarlas con los datos de la realidad, por el otro.
A pesar de que el
proceso de conocimiento, en la vida real, es continuo y a veces bastante
desorganizado -pues, no lo olvidemos, se trata de una experiencia creativa
donde no pueden excluirse ni la intuición ni la subjetividad- existe la
posibilidad de distinguir en el mismo algunas grandes fases o momentos
que, desde un punto de vista abstracto, muestran las sucesivas acciones que va
desarrollando el investigador mientras trabaja. Los presentaremos seguidamente,
en términos todavía bastante generales, para luego ir definiéndolos de un modo
más concreto.
Existe un primer
momento en que el científico ordena y sistematiza sus inquietudes, formula sus
preguntas y elabora organizadamente los conocimientos que constituyen su punto
de partida, revisando y asimilando lo que se ya se conoce respecto al problema
que se ha planteado. Es el momento en que se produce la delimitación o
distinción entre sujeto y objeto, ya que allí el investigador se ocupa por
definir qué es lo que quiere saber y respecto a qué hechos. Igualmente puede
considerarse como la fase en que se plantea explícitamente la “teoría inicial”,
el modelo teórico del que partimos y que se habrá de verificar durante la
investigación. Es en este momento cuando se formulan los problemas básicos de
toda indagación y cuando hay que atender preponderantemente a la racionalidad
de lo que proponemos y a la coherencia lógica de nuestro “marco teórico”. Por
estas razones hemos adoptado la denominación de momento del proyecto, o
momento proyectivo, para referirnos a esta parte inicial del proceso.
A partir de este
punto el investigador debe tratar de fijar su estrategia ante los hechos a
estudiar, es decir, debe formular un modelo operativo que le permita acercarse
a su objeto y conocerlo, en lo posible, tal cual es. Del mismo modo debe
indicarse que, en este segundo momento, es preciso encontrar métodos específicos
que permitan confrontar teoría y hechos. La preocupación mayor durante toda
esta fase es la de elaborar sistemas de comprobación lo más confiables
posibles, y el nombre con que la designamos es, por todo lo anterior, momento
metodológico.
Luego, ya elegidos
los métodos o estrategias generales que han de servir para ejecutar nuestro
trabajo, se hace necesario abordar las formas y procedimientos concretos que
nos permitan recolectar y organizar las informaciones que necesitamos. A esta
tercera fase la denominamos momento técnico y, aunque es apenas una
proyección y continuación del momento anterior, decidimos considerarla
separadamente por cuanto supone la realización de trabajos que en la práctica
son bastante diferentes a los anteriores. En esta fase suele incluirse también
el trabajo práctico de la obtención de los datos, pues durante éste se
redefinen y ponen a punto las técnicas y los instrumentos que se emplean en la
investigación.
Finalmente, cuando el
investigador ya dispone de los datos que le proporcionan los objetos en
estudio, se abre una nueva fase, que tiene por cometido elaborar los nuevos
conocimientos que es posible inferir de los datos adquiridos. Se vuelve así de
los hechos a la teoría, del objeto al sujeto, cerrando el ciclo del conocimiento,
aunque no definitivamente, pues la nueva teoría alcanzada sólo puede concebirse
como un superior punto de arranque para el desenvolvimiento de nuevas
investigaciones. El nombre que mejor se adapta a esta fase de la investigación
es, por lo tanto, el de momento de la síntesis, aunque puede también
llamarse momento teórico o momento de la redacción final.
Estos cortes
efectuados en la continuidad del proceso que analizamos son útiles para ver
cómo los problemas epistemológicos generales reaparecen en la práctica concreta
de la actividad científica. Pero no son todavía apropiados, por lo muy amplios
y generales, para servir de guía a quien se ve frente a la necesidad de
efectuar un trabajo concreto de investigación. Por tal motivo encararemos ahora
la tarea de fijar etapas más específicas dentro de este proceso.
Un modelo del proceso de investigación
Adoptando la
descripción anterior como un punto de partida genérico, nos ocuparemos
seguidamente de delimitar las operaciones concretas que usualmente se realizan
en todo proceso de investigación, para lo cual hemos confeccionado el esquema
que proponemos al lector. Cabe advertir aquí que un esquema sobre las
actividades que implica la investigación no puede ser más que una abstracción,
una construcción teórica que intenta representar de algún modo los procesos de
conocimiento que efectivamente se producen. No hay nada de sacrosanto en un
esquema de esta naturaleza, desde luego, ni tampoco existe la pretensión de que
el mismo sea seguido obligatoriamente por investigadores o estudiantes.
Para entender mejor
el valor y las limitaciones de cualquier esquema que intente servir como modelo
al proceso de investigación es conveniente que reflexionemos acerca del origen
que poseen tales modelos. Los mismos no pueden sino surgir de dos fuentes: por
un lado, de la observación y sistematización de la práctica científica que en
diversos campos se realiza o se ha realizado; por otra parte, de la necesaria
organización lógica de los contenidos que en la misma intervienen, de modo de
construir un modelo internamente coherente. Visto lo cual se comprende
perfectamente el carácter aproximativo que posee todo esquema de “pasos” o
“etapas”, y se entienden mejor las discrepancias que -en los textos sobre el
tema- se suelen presentar. Par evitar que el esquema que proponemos se
interprete erróneamente haremos además otras dos consideraciones previas:
1) Todo esquema sobre el proceso de
investigación corre el peligro, especialmente para quien no ha realizado
todavía labores científicas prácticas, de convertirse en una especie de modelo
formal restrictivo, en un molde rígido de procedimientos que puede adquirir
hasta un carácter burocrático. En realidad la labor científica es un trabajo
donde la libertad y la creación cumplen un papel central: no hay, ni puede
haber, ninguna receta que nos garantice un resultado positivo para nuestro
trabajo, por cuanto las dificultades y los imprevistos son tantos que impiden
alcanzar una planificación completa del proceso. La práctica nos enseña que
investigar es una tarea casi artesanal en la que es preciso unir el pensamiento
riguroso a la imaginación, la disciplina de trabajo a la “inspiración”, en
dosis variables según las circunstancias. Por eso cualquier esquema que se
presente no tiene más que el valor de una simple sugerencia encaminada a
estimular el pensamiento sistemático, de una especie de indicación general, que
sólo pretende ser una guía para que el estudiante que se inicia en este campo
pueda tener en cuenta los principales factores y aspectos que intervienen en el
proceso.
2) Revisando la bibliografía que existe
sobre el punto se advierte que en cada caso los diferentes autores confeccionan
diversos esquemas de pasos sucesivos que intentan describir las etapas del
proceso. Varían, eso sí, en la cantidad de pasos, aunque la secuencia general
manifiesta casi siempre una cierta similitud, inevitable por la misma lógica de
la investigación. Diferencias importantes se encuentran, en esta comparación,
en lo relativo al número de pasos, al énfasis puesto en cada uno y, a veces, en
el orden establecido. La clasificación que ofrecemos enseguida al lector no
pretende ser la única ni la mejor posible: es simplemente el resultado de
nuestra observación en este campo e intenta poner de relieve algunos aspectos
fundamentales que hemos percibido en nuestra práctica. Se distingue de la que
presentan casi todos los autores por una característica específica: no es
lineal. Pretendemos con ello poner en relieve el carácter dinámico y
procesal de la investigación, de modo que no se conciba al proceso como
teniendo un principio y un fin definitivos, sino más bien como un trabajo
continuo, donde cada investigación particular es parte de un esfuerzo mucho
mayor en el desarrollo de los conocimientos científicos. Por otro lado se
observará que el modelo plantea etapas paralelas en su desenvolvimiento. Esto
tiene por objeto mostrar que no hay verdaderamente un orden único en el trabajo
sino que existen tareas que se desarrollan de un modo simultáneo, que se
complementan y determinan mutuamente.
Hechas estas
advertencias, veamos, ya más de cerca, el modelo que proponemos al lector. El
primer elemento anotado, la definición de un área temática, implica la
selección de un campo de trabajo, de la especialidad o problemática donde nos
situamos. Para explicarnos mejor ejemplificaremos diciendo que áreas temáticas
son las migraciones internas, los semiconductores, las partículas subatómicas,
la inflación, las enfermedades contagiosas, etcétera. Es decir, se trata de
campos del saber que tiene unidad interna pero que abarcan una problemática
mucho más reducida que las disciplinas, y aún las especialidades, en las que
suelen ubicarse. No son áreas temáticas, pues, la sociología, el derecho penal
o la ingeniería mecánica, dado que son demasiado amplias como para definir el
campo de estudio de una investigación en particular, y ni siquiera
especialidades como la sociología política, la anatomía patológica o la
mecánica de fluidos.
Toda investigación
versa, naturalmente, sobre algún área del conocimiento, aunque esta pertenezca
a más de una disciplina científica (en este caso se trata, obviamente, de un
estudio interdisciplinario). Pero una investigación puede definirse también
como un esfuerzo que se emprende para resolver un problema: no un problema
cualquiera, claro está, sino un problema de conocimiento. En este sentido
conviene señalar que un problema de conocimiento se plantea o presenta cuando
alcanzamos a precisar qué es lo que no sabemos dentro de un área
temática determinada, cuando establecemos una especie de frontera entre lo
conocido y lo no conocido y nos decidimos a indagar sobre esto último.
La segunda etapa que
hemos definido consiste, por lo tanto, en lo que se denomina la formulación o
el planteamiento del problema. Ella es, quizás, la fundamental de todo
el proceso indagatorio, la que distingue una verdadera investigación de otros
trabajos aparentemente similares, como los de revisión bibliográfica,
recopilación de información, procesamiento de datos, etc. Porque, en ausencia
de un problema no hay verdadera búsqueda de conocimientos, no hay creación,
aunque puedan hacerse valiosos aportes pedagógicos o prácticos: si no hay algo
de algún modo desconocido -o mal conocido- no hay, en verdad, auténtica
necesidad de investigar, de obtener nuevo conocimiento.
Conviene advertir a
nuestros lectores que los problemas de conocimiento no deben confundirse con
los problemas de la vida práctica, aunque ambos puedan estar estrechamente
ligados. Así, por ejemplo, no es un problema de investigación reducir los
accidentes de tránsito, pero en cambio sí lo es responder a la pregunta: ¿cuáles
son las causas que producen los accidentes de tránsito? Con base a su
repuesta es que podrá resolverse el problema práctico, pero es preciso hacer la
distinción entre estas dos clases de problemas para disipar frecuentes
equívocos que luego se traducen en serios inconvenientes para el investigador.
Como se habrá
observado, la formulación de un problema asume generalmente la forma de una
pregunta, de algún interrogante básico cuya respuesta sólo se podrá obtener
después de realizada la investigación. Dicho de otro modo, el objetivo
fundamental de la investigación es resolver precisamente dicho problema de
conocimiento (encontrar la respuesta) y su éxito deberá medirse entonces -antes
que nada- por la claridad pertinencia y precisión de dicha respuesta. Los
problemas prácticos, en cambio, se resuelven mediante la realización de algún
tipo de acción, no mediante la obtención de un saber nuevo, aunque puedan a
veces necesitarse de nuevos conocimientos para desarrollar las acciones que hay
que emprender.
La siguiente etapa,
que llamamos delimitación de la investigación, incluye la tarea de fijar
los objetivos, generales y específicos, del trabajo a desarrollar,
aclarando qué fines se considera posible alcanzar concretamente. Porque no
puede hacerse investigación científica estudiando todo a la vez, sin ningún
orden ni disciplina y sin tener una idea, aunque sea aproximada, de lo que se
irá a alcanzar: es necesario contar con un tema de estudio preciso y bien
delineado que, por sus proporciones, pueda ser investigado en correspondencia
con nuestros recursos teóricos y materiales. Sobre estas dos indispensables
actividades de toda investigación hablaremos más extensamente en el capítulo
siguiente.
Una vez precisado el
objeto de nuestro trabajo habrá que abocarse a la tarea de construir un
referente teórico para el problema en estudio. Ello significa asimilar el
bagaje conceptual y las teorías ya elaboradas respecto al tema, pero
reenfocadas para los fines específicos de nuestro caso. Implica por lo tanto la
revisión y organización de los conocimientos previos disponibles sobre el tema,
en lo que se refieren particularmente al problema que se ha planteado y al
punto de vista que se ha asumido acerca del mismo.
Conviene aclarar que
la elaboración de este marco teórico está estrechamente ligada al mismo
planteamiento del problema, y en los hechos ambas cosas se van desenvolviendo
casi simultáneamente. Esto es así porque no puede plantearse con seriedad un
problema de investigación -delimitando lo que no se sabe sobre algo- si
no se revisa y asimila previamente lo que ya se conoce acerca del mismo, si no
se ordena y elabora la teoría existente.
Las primeras cuatro
fases del trabajo de indagación que acabamos de describir corresponden el
momento proyectivo inicial del que hablábamos antes. Se observará que en
nuestro esquema, a partir de la etapa No.3, se produce una bifurcación
que implica la realización de trabajos simultáneos o, al menos, paralelos.
Nuestro objetivo al presentar las cosas de este modo ha sido remarcar que todo
problema de investigación se presenta ante nosotros bajo una doble faz: por un
lado (línea de abajo) como una colección de hechos, de fenómenos empíricos; por
otra parte, como un conjunto de conceptos y de proposiciones relativos a esos
hechos o fenómenos (línea de arriba). Con esto se rescata la circunstancia de
que la investigación debe atender a la doble naturaleza de lo que se construye
como “objeto”, en tanto éste no sólo es un elemento puramente empírico, un
segmento de la realidad, sino que está precisamente constituido como resultado
de nuestra labor de conceptualización y de elaboración teórica.
El elemento No.5,
el que llamamos diseño concreto, cumple entonces la función de
complementarse al marco teórico: si éste proporciona el marco conceptual y
referencial para el problema, el diseño tiene por misión determinar la forma en
que el problema habrá de ser verificado: establecerá el criterio general de
comprobación, el sistema de aproximación a la realidad específica considerada,
la estrategia general a utilizar. Junto con el paso No.6 pertenece a lo que
antes hemos denominado el momento metodológico de la investigación.
Los aspectos No.
6 y 7 son la continuación operativa del marco teórico y del diseño,
respectivamente, tal cual se observa en nuestro gráfico. La obtención de
indicadores, llamada a veces ´operacionalización´, tiene por objeto la
búsqueda de elementos concretos, empíricos, que permitan traducir y medir en la
práctica los conceptos que se han definido teóricamente; las técnicas de
recolección de datos son la implementación instrumental del diseño
escogido. Ambos elementos se sintetizan en la confección de determinados instrumentos
de recolección de datos. Los instrumentos (como, por ejemplo,
cuestionarios, pautas de observación, etc.) tiene una forma y un contenido. La
forma, es decir, si se trata de entrevistas, cuestionarios, pautas, etc.,
estará determinada por las técnicas concretas escogidas; el contenido -es
decir, qué preguntar, qué observar- será el resultado de la operacionalización
efectuada. De este modo ambas líneas, empírica y teórica, confluyen en este
elemento, con el cual nos dedicaremos a la labor de conseguir los datos capaces
de construir una respuesta para nuestro problema inicial.
Pero esos datos se
obtienen en bruto y necesitan, por tanto, de un trabajo de clasificación y
ordenación que habrá de hacerse teniendo en cuenta las proposiciones sobre las
que se asienta la investigación. Esta tarea, el procesamiento de los datos,
cierra la fase técnica del proceso, que incluye también a las tres anteriores.
Finalmente, con estos
datos ya procesados adecuadamente, habrá que retomar la labor propiamente
teórica para poder obtener de ellos la respuesta al problema planteado: será
preciso analizar críticamente la información, proceder a sistematizarla
y sintetizarla, y arribar a conclusiones globales de acuerdo a los datos
disponibles. Estamos, así, en el momento final de la investigación, en el que
llamamos de la síntesis.
Con esto se cierra
(aunque sólo en apariencia) el proceso de investigación. Y decimos así por
cuanto ninguna investigación ´resuelve´ completamente los problemas formulados.
Generalmente la respuesta es sólo parcial, o hay ciertos elementos de confusión
o, en el mejor de los casos, la respuesta eficaz de un problema implica la
aparición de varios otros nuevos problemas a investigar. El ciclo se reiniciará
así a partir del segundo elemento, de un modo circular e inacabable, como lo es
en verdad la tarea del hombre por resolver los interrogantes del mundo que lo
rodea y de su propia práctica.
Las breves
explicaciones que acabamos de dar al lector seguramente resultarán un tanto
oscuras, especialmente para aquellos que se acercan por primera vez a un texto
de metodología. Hemos querido hacer una presentación sumaria, para que pudiese
captarse el sentido general del proceso de investigación y su correspondencia
con los problemas del conocimiento tratados precedentemente.
Antes de proceder con
lo anunciado, sin embargo, nos detendremos brevemente en otro aspecto de la
práctica científica que responderá, sin duda, a las inquietudes de algunos de
nuestros lectores.
El sujeto investigador
Generalmente se
presta poca atención, en los escritos sobre metodología, a las dificultades y
trabas que surgen del lado del sujeto. Cuando las cosas se presentan de este
modo los autores tratan de resolver los problemas que plantea la complejidad
inherente a todo objeto de estudio, pero olvidando que el sujeto investigador
también tiene limitaciones y se enfrenta a dificultades sobre las que es
preciso reflexionar. Recomendamos, para evitar este equívoco, la lectura de una
obra clásica de Gastón Bachelard, [La Formación del Espíritu Científico,
Ed. Siglo XXI, México, 1976, especialmente pp. 7 a 22 y 248.] quien se ha
preocupado especialmente por ver los obstáculos epistemológicos que el mismo
sujeto incorpora a su trabajo científico, obstáculos que surgen de su
psicología y de su modo de ver el mundo.
Ahora bien, en cuanto
a nuestra particular visión de las cualidades que todo investigador
-principiante o no- requiere para desplegar un trabajo efectivo y de calidad,
diremos primeramente que el investigador no es una clase especial y diferente
de hombre, con algo así como una “inspiración genial” o cosa semejante. Por el
contrario, aunque hayan existido y existan verdaderos superdotados que se ocupan
de la ciencia, la mayoría de los buenos investigadores y muchos de los
excelentes, no son otra cosa que hombres largamente educados en la disciplina
de la ciencia, gente que se “ha hecho” investigadora mediante la voluntad y el
estudio, cuya tarea es la de “proponer teorías y ponerlas a prueba”. [Popper]
Naturalmente, quienes poseen una inteligencia más
brillante o una intuición más aguda tienen mayores posibilidades de alcanzar
resultados de importancia. Pero eso no cierra las puertas a la mayoría de los
que, día a día, van levantando el edificio de la ciencia. Y aun aquellos que
tienen a su favor mayores dotes naturales no pueden escapar a esa necesidad de
trabajar sistemáticamente, con paciencia, perseverancia y continuidad, porque
sin ello no es posible llegar a ningún resultado provechoso. Muchas
investigaciones son lentas y dificultosas, plagadas de tareas tediosas y de
inconvenientes que pueden producir el desánimo; sólo una firme determinación
por conocer la verdad y exponerla, una voluntad sin desmayos orientada hacia
ese fin, nos convierte en verdaderos investigadores.
Pero,
complementándose con lo anterior, es necesario poseer y cultivar un espíritu
libre, una mentalidad creadora y abierta a todas las posibilidades, porque el
conocimiento científico se opone a las posiciones dogmáticas y porque los
hechos son muchas veces más fantásticos que cualquiera de nuestras
expectativas. Sólo una inteligencia que duda de todo y se pregunte ante todo,
una imaginación libre, nos prepara para construir teorías e hipótesis que
muchas veces resultan verificadas por la realidad. Una síntesis entre un
despiadado espíritu crítico y una imaginación sin trabas parece ser el modelo
que nos ofrecen los más grandes científicos y pensadores de todos los tiempos.
Existen también
ciertos hábitos y capacidades que ayudan sobremanera a un investigador: los
conocimientos generales sobre muchas ramas del saber, la capacidad para
trabajar en equipo, el placer siempre presente por conocer, el entrenamiento en
la lectura sistemática, crítica y cuidadosa, son cualidades valiosas que todo
estudioso debe cultivar y tratar de desarrollar en sí mismo. Por último diremos
que la experiencia práctica en la misma acción investigadora resulta una ayuda
importantísima, por lo que nunca debemos abandonar este campo apresuradamente,
como si no estuviésemos dotados para desenvolvernos en él, sino insistir en
nuestro trabajo hasta obtener lo que realmente podemos alcanzar por nosotros
mismos.
Ejercicios
Enviar respuestas a mi correo (plugano@gmail.com)
Grupos de 2 personas
Enviar respuestas a mi correo (plugano@gmail.com)
Grupos de 2 personas
1.Trate de imaginar qué ocurriría con
los resultados de la investigación si:
a) No existe un marco teórico que
organice las ideas previas del investigador.
b) Las técnicas de recolección de datos
no se adecuan al diseño formulado.
c) El tema no ha sido delimitado con
precisión.
2. Si al procesar los datos nos damos
cuenta que éstos son insuficientes para responder a las preguntas iniciales,
¿cuál o cuáles fallas en las tareas previas cree Ud. que está en el origen de
este inconveniente? ¿Cómo lo resolvería?
3) Realiza una comparación entre lo leido y las fases de diseño de un sistema de información
3) Realiza una comparación entre lo leido y las fases de diseño de un sistema de información
Llano y resumido, excelente. Gracias.
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