Indicadores,
técnicas e instrumentos
De
acuerdo al modelo del proceso de investigación por el que nos estamos guiando
se aprecia que, una vez obtenidos los indicadores de los elementos teóricos y
definido el diseño de la investigación, se hace necesario definir las técnicas
de recolección necesarias para construir los instrumentos que nos permitan
obtener los datos de la realidad.
Un instrumento de recolección de datos es, en principio, cualquier
recurso de que se vale el investigador para acercarse a los fenómenos y extraer
de ellos información. Dentro de cada instrumento concreto pueden
distinguirse dos aspectos diferentes: forma y contenido. La forma del
instrumento se refiere al tipo de aproximación que establecemos con lo
empírico, a las técnicas que utilizamos para esta tarea; una exposición más
detallada de las principales se ofrece al lector en este mismo capítulo. En
cuanto al contenido éste queda expresado en la especificación de los datos que
necesitamos conseguir; se concreta, por lo tanto, en una serie de ítems que no
son otra cosa que los mismos indicadores que permiten medir las variables, pero
que asumen ahora la forma de preguntas, puntos a observar, elementos a
registrar, etc. De este modo, el instrumento sintetiza en sí toda la labor
previa de investigación: resume los aportes del marco teórico al seleccionar
datos que corresponden a los indicadores y, por lo tanto, a las variables o
conceptos utilizados; pero también expresa todo lo que tiene de específicamente
empírico nuestro objeto de estudio pues sintetiza, a través de las técnicas de
recolección que emplea, el diseño concreto escogido para el trabajo.
Es mediante una adecuada construcción de los instrumentos de recolección que la
investigación alcanza entonces la necesaria correspondencia entre teoría y
hechos. Es más, podríamos decir que es gracias a ellos que ambos términos
efectivamente se vinculan. Si en una investigación los instrumentos son
defectuosos se producirán, inevitablemente, algunas de las dificultades
siguientes: o bien los datos recogidos no servirán para satisfacer los
interrogantes iniciales o bien los datos que obtengamos vendrán falseados y
distorsionados, porque el instrumento escogido no se adecua al tipo de hechos
en estudio. En ambos casos habrá habido, seguramente, uno o varios errores en
las etapas anteriores del proceso de investigación. Será entonces necesario
volver hacia atrás (cosa que es mucho más frecuente de lo que el lector se
imagina) y revisar las diferentes tareas realizadas, hasta alcanzar una mejor
resolución del problema.
Situadas así en su perspectiva, pasaremos a estudiar las principales técnicas
de recolección de datos que suelen emplearse, no sin antes hacer algunas
precisiones acerca de los tipos de datos que se presentan al investigador.
Datos primarios y
secundarios
Ya
hemos mencionado que los datos, según su procedencia, pueden subdividirse en
dos grandes grupos: datos primarios y datos secundarios. Los datos primarios
son aquellos que el investigador obtiene directamente de la realidad,
recolectándolos con sus propios instrumentos. En otras palabras, son los que el
investigador o sus auxiliares recogen por sí mismos, en contacto con los hechos
que se investigan. Los datos secundarios, por otra parte, son registros
escritos que proceden también de un contacto con la practica, pero que ya han
sido recogidos y muchas veces procesados por otros investigadores. Las técnicas
de recolección que se emplean en una y otra situación son bien disímiles, como
es fácil de comprender, puesto que en un caso nos enfrentamos a la compleja y
cambiante realidad y en el otro nos vemos ante un cúmulo de materiales dentro
de los cuales es preciso discernir con criterio los más pertinentes.
Los datos primarios y los secundarios no son dos clases esencialmente
diferentes de información, sino partes de una misma secuencia: todo dato
secundario ha sido primario en sus orígenes y todo dato primario, a partir del
momento en que el investigador concluye su trabajo, se convierte en dato
secundario para los demás.
En la experiencia cotidiana también apelamos constantemente a ambos tipos de
fuentes. Supongamos, por ejemplo, que hemos arribado por primera vez a una
ciudad, en la que queremos llegar a determinados sitios. Para lograr nuestro
objetivo podemos ir tomando nota de las calles que atravesamos, de la ubicación
de los monumentos, plazas y comercios principales, de modo tal de formarnos una
idea que nos sirva de referencia para ubicarnos. También podemos preguntar a los
habitantes del lugar acerca de nuestros puntos de interés, dirigiéndonos a
quienes suponemos están mejor informados. Al utilizar ambos recursos estaremos
recogiendo datos primarios, en el primer caso mediante la técnica de la
observación, en el segundo con el auxilio de las entrevistas. Pero también
podemos acudir a la información que nos proporcionan planos, mapas o guías
turísticas. En este último caso las fuentes de nuestros datos serán materiales
previamente compilados y organizados por otras personas, por lo que los mismos
serán datos secundarios.
Este sencillo ejemplo tomado de la experiencia común no difiere, en esencia, de
lo que ocurre cuando recogemos datos para una investigación científica. Aquí
nuestros procedimientos no han de ser más que desarrollos y perfeccionamientos
-mucho más sistematizados y rigurosos, naturalmente- de las técnicas
rudimentarias del ejemplo.
Recolección de
datos primarios
Siendo
los datos primarios aquellos que surgen del contacto directo con la realidad
empírica las técnicas encaminadas a recogerlos reflejarán, necesariamente, toda
la compleja variedad de situaciones que se presentan en la vida real.
Dentro de estas técnicas mencionaremos, en primer lugar, la de la observación,
por ser fundamental en todos los campos de la ciencia. La observación consiste
en el uso sistemático de nuestros sentidos orientados a la captación de
la realidad que queremos estudiar. Es por ello una técnica antiquísima,
cuyos primeros aportes sería imposible rastrear. A través de sus sentidos el
hombre capta la realidad que lo rodea, que luego organiza intelectualmente. Fue
a través de innumerables observaciones sistemáticamente repetidas que mayas y
caldeos lograron penetrar en los secretos del movimiento de muchos cuerpos
celestes; fue observando miles de casos concretos que finalmente Mendel pudo
formular las leyes sobre la herencia. Los ejemplos podrían repetirse para todas
las ciencias, para todas las épocas. Es que el uso de nuestros sentidos, que
permanentemente empleamos, es una fuente inagotable de datos que, tanto para la
actividad científica como para la vida práctica, resulta de inestimable valor.
Para todo el conjunto de las ciencias humanas existe además otro procedimiento,
de uso muy generalizado y de aplicaciones diversas. Se trata de la entrevista,
que en esencia consiste en una interacción entre dos personas, una de las
cuales -el investigador- formula determinadas preguntas relativas al tema en
investigación, mientras la otra -el investigado- proporciona verbalmente o por
escrito la información que le es solicitada.
Existen además otros procedimientos de recolección de datos primarios, entre
los que figuran el llamado cuestionario de auto-aplicación, los tests, los
diagramas sociométricos, las escalas y diferenciales semánticos, etc. Sin
embargo, por más que en sus desarrollos técnicos puedan ser manejados como
procedimientos independientes, veremos más adelante que tienen su origen, en
última instancia, en las dos principales técnicas mencionadas, pues constituyen
en definitiva sólo derivaciones o usos particulares de las mismas
La observación
científica
La
observación científica puede definirse como el uso sistemático de nuestros
sentidos en la búsqueda de los datos que se necesitan para resolver un problema
de investigación. Dicho de otro modo, observar científicamente es
percibir activamente la realidad exterior con el propósito de obtener los datos
que, previamente, han sido definidos como de interés para la investigación. La
observación que se realiza cotidianamente, como parte de nuestra experiencia
vital, no puede ser considerada como científica pues no esta orientada hacia
objetos precisos de estudio, no es sistemática y carece de controles o de
mecanismos que nos pongan a cubierto de los errores que podemos cometer cuando
la realizamos. De todos modos ese cúmulo de observaciones que -sin
premeditación- hace continuamente toda persona, tiene valor para el
investigador: puede servir de punto de partida o de referencia inicial para
enfrentar luego el problema de realizar una observación verdaderamente
científica o para contribuir a su mejor desarrollo y comprensión.
La ventaja principal de esta técnica en el campo de las ciencias del hombre
[Para las ciencias naturales no tiene sentido hacer tal comparación, pues sus
datos primarios se recogen siempre mediante variados tipos de observaciones. V.
Sabino, Los Caminos de la Ciencia, Op. Cit., caps. 1 y 3.] radica en que
los hechos son percibidos directamente, sin ninguna clase de intermediación,
colocándonos ante la situación estudiada tal como ésta se da naturalmente. De
este modo la subjetividad que posee el propio objeto de estudio -ya que en este
caso nos referimos, obviamente, a las conductas de seres humanos- queda
eliminada de los datos que recogemos, pues no se presentan las distorsiones que
son usuales en las entrevistas.
Su principal inconveniente reside en que la presencia del observador puede
provocar, por sí sola, una alteración o modificación en la conducta de los
sujetos observadas, destruyendo la espontaneidad de los mismos y aportando
datos, por lo tanto, poco fiables. Todos los seres humanos, al saberse
observados, tienden naturalmente a modificar su conducta, pues hay muchas
actividades, opiniones y actitudes que podemos tener en privado, pero nunca
cuando sentimos que estamos siendo objeto de una observación, cuando nos
sentimos casi como si actuáramos en público. Supongamos que tratemos de
escuchar la conversación que dos desconocidos mantienen en la calle, o en
cualquier otro lugar público. Si nos acercamos, y si ellos perciben que nuestro
interés es escuchar lo que están diciendo, lo más probable es que disminuyan su
tono de voz, que manifiesten algún grado de turbación o de enojo, y aún es
posible que cesen en absoluto de conversar.
Este tipo de reacción ante la presencia de terceros debe tenerse en cuenta
siempre que se pretenda utilizar la técnica de la observación con seres
humanos. Para evitar tales perturbaciones se han elaborado dos procedimientos
opuestos que dan origen a dos tipos también diferenciados de observaciones.
Por un lado, para evitar inhibiciones o alteraciones en la conducta de los
sujetos observados, se trata de pasar lo más desapercibido posible, actuando de
tal manera que el observador no aparezca como un sujeto activo ante los
observados sino más bien como parte del “telón de fondo" impreciso de la
situación. Si logramos esto mediante un comportamiento discreto y cuidadoso,
confundiéndonos con el público en general y evitando que la atención recaiga
sobre nosotros, lograremos observaciones confiables y de buena calidad. Este es
el tipo de observación que suele llamarse simple.
La otra forma de que las personas no se sientan observadas se basa en un
principio opuesto al anterior: en este caso el observador, en vez de pasar
desapercibido, trata de integrase a la acción de los observados, de participar
en ella como si fuese un miembro más del grupo que la lleva a cabo. Por ello se
denomina a esta técnica observación participante.
Observación
simple y participante
La
observación simple resulta útil y viable cuando se trata de conocer hechos o
situaciones que de algún modo tienen un cierto carácter público, o que por lo
menos no pertenecen estrictamente a la esfera de las conductas privadas de los
individuos. Es factible mediante este procedimiento conocer hábitos de compras
si nos situamos estratégicamente en los puntos de ventas, relevar formas de
comportamiento político, mediante la asistencia a actos de esa naturaleza, y
conocer otros diversos aspectos de la conducta manifiesta de las personas
observadas: hábitos de vestimenta, de concurrencia a lugares públicos, de trato
social, etc. Casi siempre los datos obtenidos apuntan a los aspectos más
superficiales o visibles de la realidad social, aunque ello no quiere decir que
los mismos no posean importancia.
La observación simple puede adquirir también un carácter indirecto, si
apelamos al auxilio de diversos instrumentos capaces de registrar información
sobre el problema en estudio. En las ciencias naturales gran parte de los datos
recogidos provienen de instrumentos que actúan como amplificadores o
intermediarios entre nuestros sentidos y los objetos investigados, dándonos
acceso a informaciones que de otro modo nos estarían vedadas: es característico
el uso del telescopio y del microscopio, de termómetros, receptores de ondas
electromagnéticas y de sensores de todo tipo.
El uso de vidrios polarizados, de cintas magnetofónicas, filmadoras, cámaras de
televisión y otros aparatos, es de indudable valor en el estudio de la conducta
humana, por la exactitud y amplitud de sus registros y por la confianza que
proporcionan al investigador. Por supuesto, dichos medios deben usarse de tal
modo que su presencia no perturbe la acción o situación que está investigando,
porque de lo contrario sus efectos serían más bien contraproducentes, alterando
la conducta de los sujetos.
La observación participante, por otra parte, implica la necesidad de un trabajo
casi siempre más dilatado y cuidadoso, pues el investigador debe primeramente
integrarse al grupo, comunidad o institución en estudio para, una vez allí, ir
realizando una doble tarea: desempeñar algunos roles dentro del grupo, como uno
más de sus miembros, a la par que ir recogiendo los datos que necesita para la
investigación. Es preciso, por lo tanto, confundirse con las personas sobre las
que recae la observación, como si se fuera una más de ellas, pero sin abandonar
la actitud observadora. Con esto se consigue ser testigo de los hechos “desde
adentro", y el observador no sólo puede percibir las formas más exteriores
de la conducta humana sino también experimentar en carne propia las
percepciones y sensaciones de los miembros del grupo, penetrando así en la
comprensión de las actitudes y los valores que intervienen en el fenómeno en
estudio. Se añade así todo una dimensión emocional, una carga de sentimientos
vividos directamente que redunda en el enriquecimiento de los datos obtenidos y
que permite reunir un cuerpo de información variado y completo, muy importante
para los estudios de tipo cualitativo. Dicha información resulta, por lo
general, más confiable que la que se obtiene por medio de entrevistas, ya que
los hechos se observan a medida que se producen y tal como se producen.
La observación participante puede llamarse natural cuando el observador
pertenece, de hecho, al conjunto humano que investiga. Si un estudiante quiere
hacer observación participante entre estudiantes prácticamente no necesita
ningún esfuerzo para lograr su cometido, pues ya es estudiante y conoce bien el
lenguaje, los modos de hacer y de comportarse del grupo que investiga. En este
caso el trabajo de observación se facilita grandemente, pues el observador no
requiere ni de un entrenamiento especial ni de una actitud de autocontrol
frente a los actos que él mismo ejecuta.
La observación participante, en cambio, se denomina artificial cuando la
integración del observador al grupo se hace con el objeto deliberado de
desarrollar un trabajo de investigación. Cuando la distancia social entre observador
y observado es poca, la adecuación no es difícil. Así, en el caso de que
quisiéramos observar la conducta de un grupo de jóvenes de clase media que se
dedica al teatro, podríamos utilizar algún observador que también fuese joven,
del mismo origen social y que tuviera inclinaciones por el arte, aunque no
practicase específicamente el teatro. Sus propias características personales
les facilitaría la entrada e integración al grupo, lo cual se haría
considerablemente más dificultoso en el caso de que su distancia social
respecto a él fuese mayor. No obstante, aun cuando puedan conseguirse
observadores que se integren con facilidad a los grupos estudiados, debe
recurrirse a la observación participante sólo cuando no es posible emplear otra
técnica capaz de dar iguales resultados, porque sus costos pueden llegar a ser
verdaderamente altos. Hay etnólogos que han pasado períodos de cuatro y cinco
años conviviendo en comunidades de la selva o de regiones aisladas, puesto que
no había otra forma de conocer a fondo las estructuras sociales y culturales de
los pueblos que procuraban estudiar.
La observación participante puede variar desde una afiliación total al grupo
hasta una participación limitada y condicionada, tanto en cuanto al tiempo como
en cuanto a las funciones asumidas por el observador. [Cf Goode y
Hatt, Op. cit., pp. 148 a 152.] No es necesario que éste lleve a cabo exactamente las
mismas actividades que realizan los demás miembros del grupo: en lugar de eso
puede buscarse algún papel que sea aceptable dentro de la comunidad y que el
observador pueda desempeñar razonablemente bien. En todos los casos es
importante que no divulgue la verdadera finalidad de su participación y que
cuide todos los detalles de su aspecto personal, de sus gestos y ademanes, de
las palabras y opiniones que expresa, para no aparecer ante los otros como un
participante anómalo, porque esto podría generar hacia él una actitud de
desconfianza o un trato atípico, bloqueando la información que recibe y
llegando hasta a distorsionar las mismas actividades que el grupo normalmente
realiza.
Entre la observación simple y la participante no existe una línea demarcatoria
completamente clara: la observación sin participación puede llegar a ser muchas
veces “cuasi participante", [Id., pp. 152 a 154.] cuando el
observador, accesoriamente, realiza algunas de las actividades colaterales en
las que participa el grupo o conjunto en estudio.
En cuanto a las desventajas principales de la observación participante debemos
mencionar las siguientes: el excesivo compromiso que adopta el observador
frente al grupo puede llegar a provocar una identificación tan intensa que
altere su objetividad y distorsione su percepción; que éste acepte, dentro del
grupo investigado, una sola de las posiciones posibles, por lo que se restrinja
su posibilidad de captar las actividades de interés en sus múltiples facetas y,
por supuesto, los enormes costos que pueden estar asociados a trabajos de tal
larga duración.
Hasta aquí nos hemos referido al “observador", como si siempre se tratara
de un solo individuo. En la práctica, sin embargo, y cuando es posible y
existen medios para hacerlo, es conveniente efectuar las tareas de observación
en equipo, para tener una mayor cobertura de los sucesos y para evitar los
siempre posibles errores de percepción. Los datos pueden ser así confrontados o
cotejados luego de su obtención para enmendar errores o superar los vacíos que
puedan detectarse. Cuando los sucesos de interés se dan dentro de
colectividades pequeñas o muy sensibles es preferible reducir el número de
observadores, pues una presencia colectiva puede causar más daños que
beneficios.
Por último debemos distinguir entre las observaciones de situaciones producidas
espontáneamente, en la misma vida social, de las que se llevan a cabo en
condiciones controladas, experimentales y ya preparadas. En este último caso se
facilita grandemente la tarea de seleccionar y registrar datos de valor.
Registro
y formalización de la observación
La
tarea de observar no es una mera percepción pasiva de hechos, situaciones o
cosas. Hablábamos anteriormente de una percepción activa lo cual
significa concretamente un ejercicio constante encaminado a seleccionar,
organizar y relacionar los datos referentes a nuestro problema. No todo lo que
aparece en el campo del observador tiene importancia y, si la tiene, no siempre
en el mismo grado; no todos los datos se refieren a las mismas variables o
indicadores y es preciso estar alerta para discriminar adecuadamente todo este
conjunto posible de informaciones.
Resulta además indispensable registrar toda observación que se haga para poder
organizar luego lo percibido en un conjunto coherente. Para ello es inevitable
tomar algún tipo de notas o apuntes que sirvan como registro de lo que se ha
observado. Lo medios más comúnmente utilizados para registrar informaciones
son: cuadernos de campo, diarios, computadoras portátiles, cuadros de trabajo,
gráficos y mapas. Sin entrar en detalles acerca de su uso y de sus
particularidades, debemos reconocer que todos ellos son auxiliares valiosos
para el investigador, pues permiten ir registrando y sistematizando un cúmulo
de datos tal que, en ningún caso, podríamos confiar a la memoria.
Pero el problema del registro puede llegar a ser sumamente delicado cuando se
trata de la observación de fenómenos de tipo social. En muchas circunstancias
es prácticamente imposible tomar notas durante el transcurso mismo de la
observación, pues ello originaría sospechas y recelo, con lo cual se echarían
por tierra todos los cuidados tomados. En esos casos conviene recurrir a notas
rápidas, casi taquigráficas, para reducir en lo posible tal dificultad. En
situaciones extremas no habrá más remedio que confiar en la memoria, con todas
las limitaciones que esto inevitablemente supone. En tales casos lo
recomendable es volcar por escrito todo lo recordado apenas concluya la
situación de observación, sin dilación alguna. También se allana este
inconveniente cuando los observadores son varios, pues pueden redactar independientemente
sus informes para luego compararlos entre sí, completando y depurando los datos
obtenidos.
En cuanto a los datos a registrar en sí, es posible adoptar diversas
posiciones. Puede actuarse con suma flexibilidad, recogiendo sólo aquellos datos
que van apareciendo, anotando las impresiones generales que causan los sucesos,
de una manera espontánea y poco organizada. Cuando así procedemos hablamos de
una observación no estructurada o no formalizada, que ofrece las
ventajas de su gran capacidad de adaptación frente a sucesos inesperados y de
no pasar por alto ningún aspecto importante que pueda producirse.
Cuando, por el contrario, establecemos de antemano un modelo de observación
explícito en que se detallan qué datos habremos de recoger, llamamos a la
observación estructurada o formalizada. Aquí la ventaja principal
es que recogemos datos que pueden cuantificarse más fácilmente, debido a su
homogeneidad, y que podemos tener la certeza de no haber olvidado de registrar
ninguno de los aspectos principales del problema en estudio. Su desventaja
radica en su poca flexibilidad frente a circunstancias no previstas, pero que
pueden llegar a ser de sumo interés para la investigación.
Naturalmente que pueden realizarse observaciones semi-estructuradas, haciendo
más o menos detallado el modelo de observación según las necesidades y
posibilidades. La habilidad y experiencia de un investigador se aprecian
también en su capacidad para confeccionar el instrumento más adecuado a cada
circunstancia.
La entrevista
La
entrevista, desde el punto de vista del método, es una forma específica
de interacción social que tiene por objeto recolectar datos para una
investigación. El investigador formula preguntas a las personas capaces
de aportarle datos de interés, estableciendo un diálogo peculiar, asimétrico,
donde una de las partes busca recoger informaciones y la otra es la fuente de
esas informaciones. Por razones obvias sólo se emplea, salvo raras excepciones,
en las ciencias humanas.
La ventaja esencial de la entrevista reside en que son los mismos actores
sociales quienes proporcionan los datos relativos a sus conductas, opiniones,
deseos, actitudes y expectativas, cosa que por su misma naturaleza es casi
imposible de observar desde fuera. Nadie mejor que la misma persona involucrada
para hablarnos acerca de todo aquello que piensa y siente, de lo que ha
experimentado o proyecta hacer.
Pero existe un inconveniente de considerable peso que reduce y limita los
alcances de esta técnica. Cualquier persona entrevistada podrá hablarnos de
aquello que le preguntemos pero siempre nos dará la imagen que tiene de las
cosas, lo que cree que son, a través de toda su carga subjetiva de
intereses, prejuicios y estereotipos. La propia imagen que el entrevistado
tiene de sí mismo podrá ser radicalmente falsa y, en todo caso, estará siempre
idealizada de algún modo, distorsionada, mejorada o retocada según factores que
no es del caso analizar aquí, pero que nunca podemos prever en detalle.
Este problema nos obliga a dejar fuera de esta técnica a un campo considerable
de problemas y de temas que, por lo anterior, son explorados mejor por medio de
otros procedimientos que en tales casos resultan más confiables. Por otra parte
nos obliga a utilizar, a veces, caminos indirectos, mediante preguntas que
alcancen nuestro objetivo elípticamente, utilizando todo tipo de rodeos. Es
clásico de ejemplo de que las personas nunca contestan la verdad respecto a sus
ingresos personales en dinero, ya sea porque los disminuyen (ante el temor de
estar frente a algún tipo de inspector de impuestos o porque suponen que pueden
recibir alguna ayuda), o porque los aumentan (con fines de ostentación social o
para reforzar su autoestima). Tal como en este caso, el lector podrá imaginar
una amplia variedad de preguntas a las que los entrevistados sólo nos
proporcionarían respuestas inexactas o falsificadas, cuando no una reacción
adversa que interrumpa toda comunicación.
Para que una entrevista obtenga éxito es preciso prestar atención a una serie
de factores aparentemente menores, pero que en la práctica son decisivos para
un correcto desarrollo del trabajo. Así, es importante que la apariencia
exterior del entrevistador resulte adecuada al medio social donde habrá de
formular sus preguntas, evitando innecesarias reacciones de temor, agresividad
o desconfianza. El entrevistador, aparte de este aspecto formal, deberá ser una
persona de por lo menos una cultura media, que comprenda el valor y la
importancia de cada dato recogido y la función que su trabajo desempeña en el
conjunto de la investigación. Tendrá que ser mentalmente ágil, no tener
prejuicios marcados frente a ninguna categoría de personas y, sobre todo, ser
capaz de dejar hablar libremente a los demás, eliminando por completo todo intento
de convencerlos, apresurarlos, o agredirlos por sus opiniones. La entrevista
deberá realizarse a las horas más apropiadas para las personas que responden,
teniendo en cuenta que su posible duración no afecte la confiabilidad de los
datos.
Queremos destacar que las entrevistas no son excluyentes con respecto a las
técnicas de observación vistas en el punto anterior, ya que ambos
procedimientos pueden ser combinados sin ninguna dificultad, tratando
precisamente de compensar sus ventajas y desventajas, con lo que se puede
lograr una información mucho más confiable y amplia. Así, en muchas encuestas,
hay datos que el entrevistador recoge mediante la observación y no mediante
preguntas, como por ejemplo las características de la vivienda, la edad del respondente,
etc.
Parece apropiado, además, despejar aquí la confusión que siempre vincula a las
entrevistas con las encuestas. Ni son la misma cosa, aunque las encuestas se
realicen generalmente por medio de entrevistas, ni ambas son técnicas
diferentes aplicables a distintos casos. La encuesta, como ya lo discutimos in
extenso en el punto 6.4.3, es un modelo general de investigación, un diseño
o método, que se apoya fundamentalmente en una técnica de recolección que es la
entrevista, aunque también utiliza observaciones y datos secundarios. Además
pueden utilizarse entrevistas en otros tipos de diseños, como en los estudios
de caso y experimentos, sin que por ello estemos en presencia de una encuesta.
Lo que vulgarmente se llama entrevista, por otra parte, es una técnica que en
realidad se denomina entrevista no estructurada y lo que suele llamarse
encuesta es igual a lo que denominamos, en metodología científica, entrevista
estructurada. Por eso no tiene sentido hablar de entrevistas y encuestas como
dos técnicas diferentes sino de entrevistas estructuradas o no que se aplican
dentro de determinados diseños de investigación: encuestas, estudios de caso,
etc.
Pasando ahora a la clasificación de los diversos tipos de entrevistas diremos
que ellas pueden ordenarse como una serie, de acuerdo principalmente a un
elemento: su grado de estructuración o formalización. Al igual que cuando
estudiábamos la observación científica podemos decir que las entrevistas más
estructuradas serán aquellas que predeterminan en una mayor medida las
respuestas a obtener, que fijan de antemano sus elementos con más rigidez,
mientras que las entrevistas informales serán precisamente las que discurran de
un modo más espontáneo, más libre, sin sujetarse a ningún canon preestablecido.
Los distintos tipos de entrevista quedan representados esquemáticamente en el
esquema de la página anterior.
Entrevistas
no estructuradas
De
un modo general, una entrevista no estructurada o no formalizada es aquélla en
que existe un margen más o menos grande de libertad para formular las preguntas
y las respuestas. [V. Ander Egg, Ezequiel, Introducción a las Técnicas de
Investigación Social, Ed. Humánitas, Buenos Aires, 1972, pp. 109 y ss.] No
se guían por lo tanto por un cuestionario o modelo rígido, sino que discurren
con cierto grado de espontaneidad, mayor o menor según el tipo concreto de
entrevista que se realice. Entre estos tenemos los siguientes:
Entrevista
informal: es
la modalidad menos estructurada posible de entrevista ya que la misma se reduce
a una simple conversación sobre el tema en estudio. Lo importante no es aquí
definir los límites de lo tratado ni ceñirse a algún esquema previo, sino
“hacer hablar" al entrevistado, de modo de obtener un panorama de los
problemas más salientes, de los mecanismos lógicos y mentales del respondente,
de los temas que para él resultan de importancia. Es de gran utilidad en
estudios exploratorios y recomendable cuando se trata de abordar realidades
poco conocidas por el investigador. También suele utilizarse en las fases
iniciales -aproximativas- de investigaciones de cualquier naturaleza,
recurriendo a informantes claves que pueden ser expertos sobre el tema
en estudio, líderes formales o informales, personalidades destacadas o
cualquier persona que, en general, posea informaciones de particular interés
para la indagación. Lo más importante, en este tipo de entrevista, es dar al
respondente la sensación clara y definida de que puede hablar libremente,
alentándolo y estimulándolo para que lo haga y cuidando de no influirlo
demasiado con nuestras actitudes o las palabras que decimos.
Entrevista
focalizada:
es prácticamente tan libre y espontánea como la anterior, pero tiene la
particularidad de concentrarse en un único tema. El entrevistador deja hablar
sin restricciones al entrevistado, proponiéndole apenas algunas orientaciones
básicas pero, cuando éste se desvía del tema original y se desliza hacia otros
distintos, el entrevistador vuelve a centrar la conversación sobre el primer
asunto, y así repetidamente. Se emplea normalmente con el objeto de explorar a
fondo alguna experiencia vivida por el entrevistado o cuando nuestros
informantes son testigos presenciales de hechos de interés, por lo que resulta
adecuado insistir sobre estos pero dejando, a la vez, entera libertad para
captarlos en toda su riqueza. Esto ocurre también cuando se trata de interrogar
a los actores principales de ciertos hechos o a testigos históricos y cuando se
construyen historias de vida, caso en el cual normalmente se realizan
varias entrevistas focalizadas en una serie que explora poco a poco toda la
riqueza temática que es necesario abordar. Estas entrevistas requieren de gran
habilidad en su desarrollo para evitar tanto la dispersión temática como caer
en formas más estructuradas de interrogación.
Entrevistas
guiadas o “por pautas":
son aquellas, ya algo más formalizadas, que se guían por una lista de puntos de
interés que se van explorando en el curso de la entrevista. Los temas deben
guardar una cierta relación entre sí. El entrevistador, en este caso, hace muy
pocas preguntas directas, y deja hablar al respondente siempre que vaya tocando
alguno de los temas señalados en la pauta o guía. En el caso de que éste se
aparte de ellos, o que no toque alguno de los puntos en cuestión, el investigador
llamará la atención sobre ellos, aunque tratando siempre de preservar en lo
posible la espontaneidad de la interacción. Se usan en situaciones parecidas a
las anteriores y cuando se presentan casos en que los sujetos investigados
prefieren más un desarrollo flexible que uno rígido por sus propias actitudes
culturales o necesidades personales. Son un complemento magnífico de las
entrevistas más estructuradas que se realizan en las encuestas por muestreo,
pues permiten añadir a éstas un tipo de información más subjetiva o profunda
que facilita el análisis de los otros datos.
Todas estas formas de entrevistas, que tiene en común su poca formalización,
poseen la ventaja de permitir un diálogo más profundo y rico, de presentar los
hechos en toda su complejidad, captando no sólo las respuestas a los temas
elegidos sino también las actitudes, valores y formas de pensar de los
entrevistados, a veces inaccesibles por otras vías. Su principal inconveniente
radica en que es poco práctico sintetizar un gran número de entrevistas no
estructuradas a través de un tratamiento estadístico ya que pueden tener muy
pocos puntos de contacto entre sí. Otra dificultad que no debe omitirse es su
costo, pues involucran la presencia de personal altamente especializado durante
tiempos relativamente largos.
Los problemas de registro pueden ser importantes, pues se intercambia un gran
número de palabras que es casi imposible registrar en su totalidad. Pueden
utilizarse grabadores para solventar este inconveniente, aunque es preciso
determinar previamente si la presencia de tales aparatos cohibe o no a los
informantes. En todo caso es preciso realizar un esfuerzo especial para
transcribir, organizar e interpretar cada una de las entrevistas realizadas, de
modo de que sus datos puedan sintetizarse, posteriormente, en una forma
apropiada para el análisis. Esta tarea también requiere de mucho tiempo de
trabajo.
Entrevistas
formalizadas
Estas
se desarrollan en base a un listado fijo de preguntas cuyo orden y redacción
permanece invariable. Comúnmente se administran a un gran número de
entrevistados para su posterior tratamiento estadístico. Por este motivo es la
forma de recolección de datos más adecuada para el diseño encuesta, tanto que a
veces provoca confusiones entre instrumento y método.
Entre sus ventajas principales mencionaremos su rapidez y el hecho de que
pueden ser llevadas a cabo por personas con mediana preparación, lo cual
redunda en su bajo costo. Otra ventaja evidente es su posibilidad de
procesamiento matemático, ya que al guardar las preguntas una estricta
homogeneidad sus respuestas resultan comparables y agrupables. Su desventaja
mayor estriba en que reducen grandemente el campo de información registrado,
limitando los datos a los que surgen de una lista taxativa de preguntas. Esta
lista de preguntas, que es el instrumento concreto de recolección empleado en
este caso, recibe el nombre de cuestionario y puede ser administrado sin
que necesariamente medie una entrevista. Debe ser cuidadosamente redactado, evitando
preguntas demasiado generales, confusas o de doble sentido, y tratando de
conservar un orden lo más natural posible.
Según el tipo de preguntas que se incluyan en un cuestionario las entrevistas
resultantes serán más o menos estructuradas. Para ello las preguntas suelen
dividirse en dos grandes tipos: a) de alternativas fijas ; b) de final abierto.
Las
preguntas de alternativas fijas, llamadas comúnmente cerradas,
formalizan más el cuestionario, pues en ellas sólo se otorga al entrevistado la
posibilidad de escoger entre un número limitado de respuestas posibles. Si se
pregunta “¿Cree Ud. en los OVNIS, sí o no?", estaremos ante una típica
pregunta cerrada. No importa la cantidad de alternativas ofrecidas, sean éstas
dos, tres o veinte, si el respondente no puede elegir una respuesta que esté
fuera de la lista, la pregunta se habrá de considerar cerrada. Hay que tener
sumo cuidado en la redacción de estas alternativas, procurando especialmente
que ellas sean exhaustivas y mutuamente excluyentes, tal como ocurría para la
confección de escalas y evitando que estimulen a responder en un sentido
determinado.
Las
preguntas de final abierto, llamadas también simplemente abiertas,
proporcionan una variedad más amplia de respuestas pues éstas pueden ser emitidas
libremente por los respondentes. Su redacción debe ser muy cuidadosa para
evitar respuestas confusas o erróneas, y para evitar además que ellas
predispongan a los entrevistados en uno u otro sentido. Un ejemplo de preguntar
abierta sería: “¿Qué opina Ud. acerca de los OVNIS?". Como resulta
evidente, la respuesta aquí puede ser infinitamente variada, según la opinión
de cada persona consultada. La información que se obtendrá será mucho más
completa y valiosa con esta pregunta que con la del ejemplo anterior, pero el
trabajo de procesamiento de los datos, en compensación, tendrá que ser sin duda
mucho mayor.
Una vez que se redacta el conjunto de preguntas que constituyen un cuestionario
es necesario revisar éste una y otra vez para asegurarse de su consistencia y
eliminar los posibles errores u omisiones. Casi siempre se realiza lo que se
denomina una prueba piloto, que consiste en administrar el cuestionario
a un conjunto reducido de personas para calcular su duración, conocer sus
dificultades y corregir sus defectos antes de aplicarlo a la totalidad de la
muestra.
Durante las entrevistas se utilizan frecuentemente ayudas visuales
(fotografías, esquemas, tarjetas con frases o palabras, etc.), que contribuyen
a veces a obtener conocimientos más completos y que, en otros casos, cumplen la
función de preservar la objetividad, evitando que la forma en que se pronuncia
o describe algo introduzca un sesgo determinado en las respuestas.
El cuestionario
autoadministrado
Decíamos
antes que el cuestionario, instrumento indispensable para llevar a cabo
entrevistas formalizadas, puede sin embargo usarse independientemente de éstas.
En tal caso se entrega al respondente un cuestionario para que éste, por
escrito, consigne por sí mismo las respuestas. Por la similitud de los
instrumentos empleados esta técnica puede considerarse como una derivación o
forma muy particular de la entrevista, aunque es claro que no se trata de una
entrevista, pues no existe allí el elemento de interacción personal que la
define.
La ventaja principal de tal procedimiento reside en la gran economía de tiempo
y personal que implica, puesto que los cuestionarios pueden enviarse por
correo, dejarse en algún lugar apropiado o administrarse directamente a grupos
reunidos al efecto. Otra ventaja es que la calidad de los datos obtenidos se
incrementa pues, al desaparecer la situación de interacción, se eliminan las
posibles distorsiones que la presencia del entrevistador puede traer, ya sea
por la forma de hablar, de enfatizar palabras u oraciones, de dirigir
inconscientemente las respuestas, o ya sea por su misma presencia física, que
puede retraer o inhibir al entrevistado.
Su desventaja está en que se impide de esta forma conocer las reacciones reales
del informante ante cada pregunta, las que sí es posible observar cuando se
está en una situación de entrevista. También las confusiones o malentendidos
pueden multiplicarse, pues no existe la posibilidad de consultar sobre dudas
específicas o de orientar una respuesta hacia su mayor profundización o
especificación. Otro inconveniente es que, en ciertos casos, el respondente
puede consultar con otras personas antes de expresar sus opiniones, con lo que
se pierden la espontaneidad e individualidad imprescindibles en las encuestas.
Su empleo se hace especialmente recomendable en aquellos casos en que es
factible reunir de una sola vez a un cierto número de personas (como cuando se
entrevista a los alumnos de una escuela o los trabajadores de una empresa) y se
puede contar además con el asesoramiento de personal especializado, al cual se
le asigna la tarea de resolver las dudas que puedan tener los respondentes.
También se hace conveniente este sistema cuando, por el tipo de información, se
produzcan normalmente omisiones o falsedades deliberadas ante la presencia de
un entrevistador. Tales casos se presentan en cues- tionarios sobre salud,
problemas sexuales, experiencias con drogas, comisión de delitos, etc. Si
además preservamos explícitamente el anonimato de los respondentes los problemas
más graves al respecto habrán desaparecido. Antes de finalizar queremos agregar
que muchas personas adoptan una actitud irresponsable o pierden el interés
frente a cuestionarios autoadministrados, lo que es otro factor negativo para
ésta técnica.
Otras técnicas para
recolectar datos primarios
Las
ciencias sociales han ido desarrollando una gran variedad de instrumentos y
técnicas que difieren en bastante medida de las ya descritas. Pero, en esencia,
como veremos seguidamente, tales procedimientos no pueden considerarse sino
como derivaciones específicas de las técnicas anteriores.
Un
instrumento interesante por sus aplicaciones a la Dinámica de Grupos es el sociograma,
diseñado por F. Moreno. Consiste en un gráfico en que se expresan las
atracciones y repulsiones que los miembros de un determinado grupo experimentan
entre sí, siendo por ello de suma utilidad para detectar fenómenos tales como
liderazgo, existencia de sub-grupos internos y anomia. Se construye pidiendo a
cada miembro que señale las personas que más congenian consigo y las que menos
le atraen. Esta información se recoge mediante el uso de breves cuestionarios
de dos a tres preguntas y luego es procesada para construir el diagrama
correspondiente, donde se señalan con símbolos apropiados las relaciones que se
establecen entre los miembros del grupo.
Los tests psicológicos emplean una gran variedad de técnicas
específicas, que se combinan según los objetivos deseados. Una buena
proporción de ellos acude a la formulación de preguntas que se anotan en algún
cuestionario apropiado, que es el test mismo, y que por lo general se
autoadministra. En otros casos se propone a las personas o grupos la
realización de ciertas actividades pautadas, observándose su desarrollo. Se
registran el tiempo empleado en su ejecución, las reacciones que se producen,
el desempeño de ciertos roles, etc. Desde un punto de vista general estos tests
pueden considerarse como observaciones realizadas en condiciones artificiales,
preparadas y definidas de antemano. Para el caso de analfabetos existen
instrumentos similares, pero que se desenvuelven exclusivamente por medio de
las técnicas de la entrevista.
Las técnicas proyectivas se basan en presentar algún estímulo definido a
los sujetos en estudio para que ellos expresen libremente, a partir de estos
estímulos, lo que piensan, ven o sienten. Generalmente se tratan de dibujos,
manchas, fotografías u otros elementos similares, aunque también se apela a
veces a estímulos verbales o auditivos. La recolección de datos, normalmente,
se hace por medio de entrevistas poco formalizadas.
Otras
técnicas de interés son las escalas y los diferenciales semánticos,
que pueden combinarse exitosamente con las entrevistas formalizadas. Para el
caso de las escalas se pide al entrevistado que se sitúe, según su opinión o
actitud, en una escala gráfica. Dichas escalas pueden adoptar formas como la
siguiente:
a
favor ---------------------------------------- en contra
Se trata de un segmento, de dimensiones fijas y conocidas, sobre el cual el
respondente marcará algún signo que indique la posición en que él, según su
opinión, se sitúa. En el caso del ejemplo una posición totalmente favorable
coincidirá con el extremo izquierdo y una totalmente desfavorable con el
derecho. Midiendo luego la distancia en centímetros que separa a la marca hecha
por el respondente respecto a uno cualquiera de los extremos se podrá obtener
un valor numérico que corresponde a un punto determinado de la escala. También
es posible señalar previamente en el segmento las posiciones intermedias, o
utilizar otros recursos gráficos que no sean segmentos: caras serias o alegres,
termómetros, rectángulos, o cualquier otro elemento gráfico capaz de reflejar
una gradación y que resulte atractivo a la vez que preciso. En los
diferenciales semánticos lo que aparece en cada posición son oraciones que
señalan conductas o actitudes típicas, entre las cuales el entrevistado podrá
escoger las que más coincide con sus opiniones.
El análisis de
contenido
Llámase
análisis de contenido a una técnica de investigación que se basa en el estudio
cuantitativo del contenido manifiesto de la comunicación. Es usada
especialmente en sociología, psicología, ciencias políticas y literatura, e
incluye normalmente la determinación de la frecuencia con que aparecen en un
texto ciertas categorías previamente definidas, tales como ideas, expresiones,
vocablos o elementos expresivos de diversa naturaleza. Estas categorías
expresan las variables o los indicadores, según los casos, que forman parte del
problema de investigación planteado.
El análisis de contenido es útil, especialmente, para establecer comparaciones
y estudiar en profundidad diversos materiales: registros de entrevistas en
estudios de psicología clínica o evolutiva, editoriales de periódicos o
revistas, programas o declaraciones políticas, entrevistas focalizadas o
abiertas, etc. Gracias a la aplicación de esta técnica es posible hacer
apreciaciones sistemáticas sobre la ideología y el pensamiento político de
diversos órganos de difusión, encontrar coincidencias y discrepancias en
entrevistas y, en general, obtener un tipo de información bastante profunda
sobre temas de por sí complejos y difíciles de estudiar. También es posible
realizar análisis de contenido de materiales propagandísticos, cuantificándose
en este caso el espacio en centímetros dedicados a ciertos temas o elementos
gráficos, así como la ya mencionada frecuencia de aparición de ciertas palabras
o frases.
La ventaja principal que posee el análisis de contenido es que tiene una base
empírica clara y perfectamente accesible, por lo que puede entonces analizarse
un texto con menos subjetividad que por otros medios. Su principal
inconveniente estriba en su costo, pues sólo puede hacer un análisis de
contenido de cierta calidad un personal de alta calificación -un profesional
especializado- a diferencia de lo que ocurre, por ejemplo, en el caso de las
encuestas por muestreo. Esta técnica tiene además una limitación intrínseca,
que el investigador debe tener presente para no proyectar sus conclusiones más
allá de la que ella misma aconseja: como el análisis abarca solamente el
contenido manifiesto de la información (lo denotativo), pero no mide ni evalúa
los contenidos latentes o implícitos (lo connotativo) -a veces de fundamental
importancia para la comprensión del texto- no puede afirmarse entonces que por
medio de esta técnica pueda tenerse una visión completa de los
documentos en estudio. Por esto es indispensable, si se quiere realizar un
análisis lo más certero posible, tener presente el contexto en que se ha
producido y difundido la comunicación que se analiza.
Los pasos concretos que se siguen al efectuar un análisis de contenido son, de
un modo general, los siguientes:
1)
Después de definir las variables que intervienen en el problema de estudio es
preciso encontrar para éstas indicadores verbales o gráficos que puedan
encontrarse en los documentos investigados.
2)
Es necesario también hacer un arqueo de los documentos relevantes para la
indagación. Si las unidades de información así detectadas son muchas será
preciso, entonces, proceder a la extracción de una muestra, del mismo modo que
si se tratara de seleccionar las personas a entrevistar en una encuesta.
3)
Conviene, luego de lo anterior, efectuar una revisión somera del contenido de
los materiales. El objetivo de la misma es encontrar los aspectos concretos que
en ellos puedan identificarse con las variables y los indicadores ya definidos.
4)
Las restantes tareas, si se quiere, son ya más sencillas: hay que marcar la
aparición de cada elemento de interés, utilizando para ello una forma de
registro apropiado. Debe luego tabularse la información así obtenida, de
acuerdo a los procedimientos usuales. Finalmente, habrá que analizar los
cuadros elaborados con los datos recogidos para encontrar sus tendencias y el
significado de las cifras, de modo de arribar a las conclusiones generales del
trabajo.
La aparición de algunos programas de computación llamados manejadores o
procesadores de textos facilitan enormemente la aplicación de esta técnica.
Dichos programas, que no deben confundirse con los usuales procesadores de
palabras, permiten contar las veces que cada palabra o grupo de palabras
aparece en un texto pues destacan gráficamente cada aparición, con lo que se
elimina la parte más tediosa y lenta de este tipo de trabajo.
Recolección de
datos secundarios. Uso del internet
Los datos secundarios suelen encontrarse diseminados, ya que las fuentes
escritas que los contienen corrientemente se dispersan en múltiples archivos y
fuentes de información. Las primeras bibliotecas fueron creadas, hace más de
mil años, precisamente para reducir las dificultades que esta circunstancia
creaba a los estudiosos. Con el tiempo, y ya en la época moderna, éstas fueron
desarrollando sistemas cada vez más precisos y uniformes de clasificación de
los materiales que atesoraban, se vincularon entre sí y fomentaron la creación
de un sistema cada vez más integrado de préstamos y referencias. Con la
aparición de las computadoras estos registros se hicieron más fáciles de
actualizar, consultar y estandarizar, al crearse gigantescas bases de datos
que integraban y daban rápido acceso a un enorme acervo de información. Luego
se crearon las actuales redes informáticas, conectando entre sí las
computadoras de universidades, bibliotecas y centros de investigación, y estas
redes se fueron ampliando hasta llegar a la creación de un sistema global, que
integra hoy también a empresas, personas y todo tipo de instituciones. Se creó
así el internet, que no es otra cosa que esta gigantesca red de redes a
través de la cual hoy se puede tener acceso a toda esta información desde
cualquier computador personal que esté vinculado, por medio de una línea
telefónica o de fibra óptica, a un servidor o computador maestro conectado a la
red.
A través de internet se facilita enormemente la antes tediosa y lenta tarea de
obtener datos secundarios. Basta “entrar" a la red -a través de la
computadora personal o de las que normalmente ya poseen, para estudiantes e
investigadores, casi todas las universidades y muchos colegios- para que se nos
abra un mundo casi ilimitado de informaciones de todo tipo. En las
“páginas" de organizaciones especializadas podemos encontrar textos,
referencias a autores, libros e investigaciones, datos específicos e
información general de gran utilidad. Podemos averiguar sobre los temas de
nuestro interés, “navegando" a través de referencias que nos acercan
progresivamente a lo que queremos saber, y hasta dialogar directamente con autores
e investigadores, a los cuales sueles pedírsele referencias, consejos y
opiniones. [Mi página personal, a la que invito cordialmente a los lectores,
es: http://carlossabino.freeservers.com]
La información que obtenemos en internet debe generalmente imprimirse para
poder leerla con más detenimiento, subrayarla e integrarla al trabajo que
realizamos. También sirve como punto de partida para acudir a las bibliotecas
con demandas precisas en cuanto a libros, revistas científicas y boletines
informativos. En muchos casos conviene también acudir otros lugares que pueden
reunir información más especializada: archivos y bibliotecas privadas, de
organismos e instituciones publicas o privadas, librerías, puestos de ventas de
periódicos, etc.
Las bibliotecas ofrecen tradicionalmente tres tipos de ficheros que, si son
adecuadamente usados, proporcionan un cuadro completo de la información
existente sobre un tema. Gracias a los métodos computarizados de registro se
puede llegar muy rápidamente a los materiales que necesitamos a partir de
cualquier dato que conozcamos acerca de ellos.
Los ficheros o listados por autor están ordenados alfabéticamente según
el nombre de cada uno de ellos, con lo que es posible informarse de toda la
bibliografía que puede consul- tarse sobre un determinado autor. Los ficheros temáticos
ordenan las obras de acuerdo a una lista internacional normalizada de temas y
subtemas, lo que nos permite tener un cuadro bastante completo de las obras
existentes sobre el asunto de nuestro interés. Finalmente existen ficheros
ordenados alfabéticamente de acuerdo a los títulos de los libros y
artículos, lo que hace factible encontrar los trabajos de autores cuyos nombres
no conocemos o recordamos. Estas formas de clasificación, y también otras más avanzadas,
son empleadas igualmente para ordenar las informaciones en las páginas de
internet.
Una vez que se conoce de qué información podemos disponer para nuestra
investigación el próximo paso será efectuar una primera lectura de la misma,
para calibrar su grado de interés y pertinencia. Es muy probable que, al ir
revisando las obras, encontremos en ellas informaciones que podamos emplear
-directa o indirectamente- durante el curso de nuestra investigación. Para
recoger esta información el instrumento de recolección de datos que se utiliza
es la llamada ficha. [V., para una descripción más detallada, Troncone
P., El Seminario, Ed. El Cid, Buenos Aires, 1978, y Hochman E. y M.
Montero, Investigación Documental, Ed. Panapo, Caracas, 1986].
Debemos advertir que al hablar de fichas nos estamos refiriendo a unidades
de registro, no a objetos físicos de cualquier característica. Por ello son
fichas las que se hacen en las cartulinas denominadas vulgarmente
“fichas", pero también deben considerarse como tales los registros que se
hagan en cualquier clase de papel o en archivos específicos de los procesadores
de texto de las computadoras o en bases de datos específicas para guardar tales
registros. De hecho ya va cayendo en desuso el tradicional sistema de fichas
rectangulares que en otro tiempo fuera casi universal y se impone hoy -por su
comodidad, facilidad de manejo y rapidez- el sistema electrónico de fichas por
computadoras. En este caso el investigador va llenando registros especialmente
diseñados en archivos de computación específicos que poseen espacios
predeterminados para la recolección de los datos que toda ficha debe poseer o,
simplemente, como en la mayoría de los casos, va copiando la información en
archivos de su procesador de textos que destina a tal fin. En este caso se
puede usar el método de “cortar y pegar" para trasladar la información que
se incluye en la ficha, lo que facilita el acopio de los datos que provienen
del internet.
Las fichas suelen dividirse, según sus características, en cuatro tipos
diferentes: bibliográficas, textuales, de contenido y mixtas. Todas ellas
constan de algunos elementos comunes, que posibilitan su posterior inclusión en
los trabajos de investigación. Estos son:
Nombre del autor o los autores
|
|
Título de la obra
|
|
Editorial que la publicó
|
|
Lugar y año de la edición
|
Las fichas bibliográficas son una simple guía para recordar cuáles libros
o trabajos han sido consultados o existen sobre un tema, y sólo poseen los
cuatro elementos citados anteriormente. Las fichas textuales, además de
poseer tal encabezamiento, constan de párrafos o trozos seleccionados que apa-
recen en la obra, o de estadísticas, cuadros y otros datos semejantes. Estos
fragmentos se repiten exactamente tal como han sido escritos, sin la menor
alteración, para respetar el trabajo creador de quien estamos citando, haciendo
mención explícita de la página en que aparecen. Las frases presentadas en las
citas textuales deben encerrarse entre comillas. Las fichas de contenido,
aparte de poseer los datos de referencia comunes a toda ficha, consisten en
resúmenes o síntesis de párrafos, capítulos o aun de la obra toda. Es conveniente
incluir en ellas el número de las páginas o capítulos resumidos, así como el
índice general de la obra o un extracto del mismo. Estas fichas también se
denominan fichas de resumen. Las fichas mixtas se elaboran
integrando a la vez información textual y de libre creación del investigador.
Resultan las más útiles y adaptables, aunque su realización exige algo más de
criterio que la de los otros tipos mencionados.
El valor de las fichas reside en que ellas permiten recopilar las informaciones
que necesitamos para una determinada investigación. Por ello es importante que
las construyamos de modo tal que se adecuen a los fines de nuestro trabajo. Si
las fichas de una indagación son completas y registran fielmente los datos
originales, será posible desarrollar la investigación con la seriedad que
requiere todo trabajo científico. Es importante también manejar el material con
orden y prolijidad, porque de otro modo la tarea de ordenamiento y de análisis
de los datos se hace muy difícil y engorrosa. Esto no quiere decir que debamos
convertir la tarea de recolección de datos biblio-gráficos en una actividad
formalista, recargada de minuciosidades que en poco aportan al desarrollo de la
investigación, sino que debemos encontrar un método de trabajo que nos permita
disponer de todo la información que necesitamos con rapidez y sin excesivo
trabajo.
Una vez concluido el trabajo de fichado de las fuentes se estará en condiciones
de continuar con las operaciones propias del diseño bibliográfico: cotejo y
evaluación de la información, análisis, síntesis y redacción del informe de
investigación. Estas operaciones serán tratadas en detalle en la sección 10.5,
donde se continúa con la descripción del proceso de investigación para el caso
de diseños bibliográficos.
1.
Identifica los elementos a observar para determinar el comportamiento de las personas en
un colmado tratando de determinar sus hábitos de compra en cuanto a: productos
comprados, horarios y características de los compradores. Después, crea la oportuna guía de observación.
2. Diseña un cuestionario para determinar el consumo de bebidas alcohólicas por parte de personas jóvenes (menores de 30 años)
3.
Diseña una entrevista para determinar la real eficiencia de un plan de contingencia en el Dep. de Cómputo de una empresa/escuela
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